La Leyenda de Horla

Chapter 1 - Destino: M'er Far 




Sin embargo no obtuve respuesta en ningún lado, su alma había podido salir de aquel violín y había vuelto al lugar dónde ya debía estar, lejos, muy lejos de mí, en un lugar dónde no existe el tiempo y el sufrimiento, dónde los recuerdos se desvanecen y las heridas del corazón se sanan, dónde yo no formaría parte ni de sus mas dulces sueños.
Dulce y Bella flor.


Llueve.
Aún con los ojos cerrados y la mente dispersa, suplicándome 5 minutos mas de sueño que no puedo permitirle oigo el tintineo de la lluvia golpear con violencia el tejado, golpear la repisa de la ventana...
Dicen que es de mala suerte empezar un viaje un día de lluvia, y, aunque no he sido nunca supersticiosa esa mañana me pareció de muy mal agüero aquella lluvia tan violenta, aquella ráfaga de agua que, con sus nubes, encamotaba toda la ciudad impregnando el ambiente de un color grisáceo que deprime.
Me llamo Ligeia Middelhauve y tengo 20 años, físicamente soy de constitución delgada pero voluptuosa y mi característica principal es un cabello rojo intenso hecho tirabuzones largos, es tan extraño encontrar un rojo natural sin un matiz anaranjado que la mayoría de la gente cree que miento cuando digo que es natural, sin embargo reitero lo dicho, es natural, no hay mechas, no hay coloración, no hay nada de nada, es rojo como el fuego, como el carmín, como las rosas, y, sinceramente de mis posesiones físicas de la que mas orgullosa me siento.
Como toda buena pelirroja soy de piel blanca, blanquísima, tan blanca que en ocasiones creo que brillo en la oscuridad y, mis ojos son azules claros, grandes, de forma almendrada y largas pestañas que les aportan una belleza adicional. Algo de lo que no me siento tan orgullosa es de mis pecas, no tengo en exceso, pero si las suficientes como para sentirme molesta por ellas.
Intentando huir de esta rutina de universitaria de ciudad he optado por, ahora que empieza el verano, pasar un mes en el pueblo natal de mi abuela ,M'er Far , al que no he ido jamás,pero por lo que se es un pueblo pequeño, desierto en el que no viven mas de cuatro ancianitas octogenarias que no saldrán de sus cuevas si no es cuestión de vida o muerte. Al principio me sentí algo reacia a encerrarme en un pueblo de mala muerte, apartado de toda civilización, pero mi madre en su sabiduría infinita me recomendó ir a M'er Far, porque según ella allí encontraría la paz que no puede aportarte una ciudad y respiraría algo de aire puro. Antes de que pudiera negarme ya estaba llamando a unos amigos suyos para pedirle si podría hospedarme en su casa y esta gente tan amable a accedido encantada a que yo, una completa desconocida, irrumpa en su hogar y me hospede el tiempo que yo considere oportuno.
La gente de allí ya empieza a parecerme muy extraña.
Asi que aqui me veis, dispuesta a vestirme, calzarme, a coger mis maletas y romper de una vez por todas con esta rutina que me esta consumiendo yéndome a un pueblo del que apenas he oído a hablar, ocupar la casa de gente a la que no conozco de nada y pasar un mes allí sin ningún objetivo concreto a parte de descansar.
Demonios, podría haberme quedado en mi casa, podría haber desconectado el teléfono y haber pasado una semana tumbada en mi cama ¡¡Porque diablos me iba a descansar a la otra punta del país!!
A veces cuando todos tus planes están en pleno funcionamiento es cuando caes en cuenta de que son estúpidos e innecesarios. Pero ya no puedes hacer nada para detenerlos.
Sin permitirme demasiada demora me he vestido y peinado rápidamente, la aplicación del maquillaje la he dejado como pasatiempo mientras espero el taxi que me llevará hasta la estación.
¿Estoy a tiempo de cambiar mi destino?
No, me estoy precipitando a el.
Y sigue y sigue lloviendo, cada vez con mas violencia.
Antes de salir de casa, con las 4 maletas en mano he escrutado el interior a oscuras, persianas bajadas, nada enchufado a la corriente, ventanas cerradas a cal y canto. Todo perfecto, aún asi, no puedo dejar de mirar el interior de mi hogar intuyendo una futura nostalgia a esas cuatro paredes.
En la puerta ya aguardaba el taxi, introduzco las maletas en el maletero y entro emitiendo un suspiro de alivio.
- Buenos días ¿Donde desea que la lleve?
Inquiere educad mente el taxista mirándome a través del retrovisor.
- A la estación de trenes, por favor.
Y el taxi arranca velozmente, tan rápido que en cuestiones de segundos ya hemos torcido la manzana y no he tenido tiempo ni a echarle un último vistazo a mi casa.
El taxista no ofrece temas de conversación, eso para mi es algo positivo pues detesto las charlas baratas, cuyo único objetivo es hacerte mas ameno el viaje. Tengo suficientes cosas en la mente mucho mas productivas en las que poder pensar.
A través de la ventana escruto la lluvia caer, parece que amaina un poco y se torna mas ligera, mas dévil, contemplando la lluvia mi mente vuela lejos, imagina el pueblo al que voy a acudir, imagina sus gentes, su ambiente. Toda imagen que acude a mi mente es deprimente. Si me hubiese detenido a pensar, ni que fuera un minuto en los contras de esta aventura hubiese sabido que allí no iba a descansar, no me iba a evadir de mis problemas si no que iba a encerrar en mi misma e iban a resurgir con mas intensidad pues lo único que podrá distraerme, probablemente, seria pensar.
Aunque esto solo eran conjeturas, aún no se con lo que me iba a encontrar allí. Quizás, vete tu a saber, sera el viaje mas sorprendente y memorable de toda mi vida.


 • • •


El taxi se detuvo tras un interminable viaje bajo la lluvia en la estación de trenes. La lluvia se había disipado del todo y ya podían verse cortinillas de luz entre las nuves grisáceas que se desplazaban dejando a la vista un cielo azul y despejado.
¿Seria eso alguna señal?
No estaba segura de nada y no quise seguir conjeturando.
La voz de una mujer anunció en distintos idiomas la llegada del tren que llevaba apenas 3 minutos esperando.
Así que, intentando aparentar seguridad en mi misma agarre con convicción las maletas y esperé la llegada del tren que se iba aproximando emitiendo pitidos estridentes.
Una vez dentro, busqué un asiento libre al lado de la ventanilla y deposité todas las maletas en el cabecero.
Me aguardaban 4 horas de viaje para encontrarme definitivamente con mi destino.
Mi madre me había informado ligeramente acerca del pueblo y sus gentes, se que es tan pequeño que no hay mas que una panadería y una taberna, también me contó que sus residentes son gente mayor muy supersticiosa y que los cuatro jóvenes que vivían allí también tenían muchas tonterías en la cabeza.
De la forma en la que me contó parecía también que estuviese viajando en el tiempo, como si fuese a abandonar mi época para volverme a un pueblo de la edad medieval ¿Me condenarían a la hoguera por pelirroja?
Eché a reír por mi ocurrencia.
Y el tren arrancó dejando la ciudad atrás.
Pronto el paisaje urbano fue desapareciendo y fue substituido por un prado de hiervas marrones, que con el sol de la mañana adquirían cierta pigmentación anaranjada.
Al barrer la escena de mi alrededor me encontré con varios ancianos durmiendo, con al cabeza apoyada sobre el hombro y la boca abierta y a muchos niños que descansaban sobre la falda de una madre solitaria que no apartaba la vista de la ventanilla. Imaginé mil situaciones distintas que podrían haber llevado a esa mujer a viajar sola con ese aire de melancolía.
No quise indagar mas en ese asunto.
Y por pura inercia mi mente recobró su preocupación inicial, M'er Far.
Pensamiento del que pretendí deshacerme antes de que fuese demasiado tarde.
En verdad no entendía a que venia tanto drama, solo me iba a un pueblo de ancianos en el que me aburriría soberanamente, no es un plan muy tentador pero tampoco tan trágico como lo imaginaba.
Era como si mi subconsciente intuyese que podría pasarme algo allí, algo que desencadenase el fin de la vida tal y como yo la conocía.
Es el cansancio que me hace delirar, debe ser el cansancio y nada mas.
La monotonía del paisaje se me echó encima, de tal manera que la única manera de superar el aburrimiento era enlazar una fantasía con otra hasta que, del propio cansancio, el hastío tal vez, me quedé dormida.


 • • •

- ¿Se puede?
Una voz masculina irrumpió mi sueño -mi pesadilla mejor dicho- y con dificultad conseguí abrir ambos ojos a la vez.
Era un muchacho joven, no tendría mas de venticinco años.
- Oh disculpa, estabas durmiendo.
Este joven de cabello negro y piel muy bronceada tomó asiento a mi lado. y emitió un suspiro de alivio cuando se deshizo del equipaje.
Volví la vista hacia el reloj, ya había pasado una hora y media.
- No te preocupes, prefiero haber despertado.
Y se hizo un silencio incomodo entre ambos.
- ¿Como te llamas?
inquirió pretendiendo sacar un tema de conversación.
-Ligeia ¿Y tu?
La voz del joven no tardó en hacerse oír.
- Marcus ¿A donde vas?
Eran estas el tipo de charlas que yo entendía como innecesarias, aunque, en esta ocasión, agradecí ese intercambio gratuito de palabras.
- Voy a M'er Far, quizás no sepas ni que es pero dicen que es un pue...
-Se muy bien lo que es M'er Far
me silenció algo ofendido
- ¿Que puede llevar a una chica como tú a viajar a ese páramo olvidado de la sociedad?
Ahora clavaba una mirada inquisidora sobre mis ojos intimidados.
-Supongo que aislarme una temporada de la sociedad...
Marcus torció una sonrisa de incredulidad y volviendo la vista hacia mi afirmó.
-Así que a M'er Far a buscar aislamiento y tranquilidad ¿No?
Percibí cierto sarcasmo en sus palabras.
-Exacto
Afirmé esperando alguna contestación.
-No hay nadie en ese pueblo que esté en sus cabales, yo de ti huiría.
<gracias completo="" desconocido="" dije="" para="" mis="" adentros-="" te="" agradezco="" que="" hayas="" acrecentado="" temores=""></gracias>
-Tampoco tengo nada que me una a mi ciudad...
-Pero -repuso él- conservas tu cordura y eso es algo que echaras de menos cuando estés allí.
Maldije en silencio.
-¿Tú has estado? Dime pues cuales son los horrores de ese pueblo.
Marcus agachó la cabeza, como si buscase la respuesta en sus talones.
-No lo se..¿Es la gente tal vez? Creo que te contagian su locura, sus rarezas...
Este muchacho, parecía haber salido traumatizado de ese pueblo y yo me dirigía sola y en cabeza hacia él.
- ¿Cuanto tiempo vas?
- Un mes.
Ahora su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa y horror dificil de definir, los ojos parecía salirse de sus cuencas y su rostro adoptó el color del mármol.
- ¿Un mes? ¡¡Estas loca!! No aguantaras mas de una semana
Exclamó alarmado echándose las manos a la cabeza
-Haber Marcus, no es que desconfié de ti pero mi abuela ha vivido muchos años en M'er Far y nunca tuvimos noticias de que lo pasase mal en el pueblo, ni que viese nada extraño.
-Porque tu abuela se adaptaría a ese ecosistema insólito, o eso o estaba majareta como la resta.
- Muy caballeroso por tu parte tratar de demente a mi abuela.
Dije con el ceño fruncido queriendo hacerle ver que me había ofendido.
Yo sabia muy bien que mi madre siempre habia mencionado la degeneración psíquica que sufría la abuela a medida que avanzaban los años, pero siempre lo atribuimos a la edad.
-Lo siento, de verdad, lamento ser tan descortés pero me cuesta creer que alguien puedo vivir en ese pueblo y conservar la salud mental.
Arrugué el entrecejo.
-¿Porque pretendes asustarme?
le cuestioné al fin. Marcus se incorporo y buscó su equipaje de mano en el cabecero, una vez lo tubo introdujo la mano y extrajo una libreta pequeña, tomó asiento de nuevo y me la ofreció.
-Es el diario que escribí en lo que duró mi estancia en ese pueblo infernal, leelo y juzga tú si crees que pretendo asustarte.

5 de Junio de 2006

Mi primer día en M'er Far va a ser complicado de describir. Tenia entendido que el pueblo estaba habitado escasamente pero al llegar no he encontrado a nadie. Ningún ser viviente se paseaba por sus calles. He recorrido todo el pueblo y no he logrado cruzarme con ningún ser humano.
Al llegar al hostal me he encontrado con un edificio antiguo, como aquellos hostales del lejano oeste cuya estructura es todo madera y se oye el crujir de esta al pisa cada tablón.
Mi entrada no ha dejado indiferente a ninguno de los hombres que conversaban en unos sillones de terciopelo de apariencia también muy clásica.
La conversación de esos hombres quedó pausada al verme hacer aparición, clavaron sus ojos en mi y compartieron entre ellos miradas de complicidad en las que parecía que yo fuese una amenaza para ellos.
Hasta la anciana ciega que yacía tumbada en una mecedora parecía tener sus ojos posados en mi persona.
Procurando no prestar excesiva atención a esta gente pregunté bastante cohibido al recepcionista si tenian habitaciones libres y me acompañó a una que parecía salida del s.XIX
Por temor a las miradas de aquella extraña gente no he salido mas de la habitación.

6 de Junio de 2006

Hoy ha sido un día de locura absoluta.
Nada mas despertar he visto a la anciana ciega rebuscar entre mis objetos personales, al verla y preguntarle en un grito que hacia, esta se ha vuelto hacia mi y me ha dicho las siguientes palabras.
- Vienes enviado del demonio para traer la desgracia a este pueblo.
Anonadado, eclipsado, sin suficientes palabras para describir cuan sorprendido me dejó la respuesta de la anciana no tuve otra alternativa que acudir corriendo al recepcionista y explicarle la situación.
Los hombres aún me miraban con la desconfianza reflejada en sus ojos.
Este pueblo es una locura, sus gentes definitivamente no son normales.
El recepcionista, la única persona que parecía tener algún indicio de lucidez intentó tranquilizarme de la siguiente manera:
- No les haga caso, son gente muy supersticiosa y asocian su llegada con la fecha de hoy.
Y yo le pregunté razonablemente ¿Que pasa hoy?
A lo que el me contestó
- Ellos creen que hoy 06/06/06 es el día del diablo.
Tal y como esta aqui escrito, los colgados de este pueblo me confundieron con un enviado de satanás o a saber que creyeron que era.
Así que, intentando entender la mente de aquella gente de primitivas creencias procuré mantener una charla con la anciana ciega, le dije que sentía la confusión pero mi llegada no significaba nada y mucho menos debían confundirme con un enviado del demonio.
Su respuesta fue arrojarme agua bendita a la cara.
Y los semblantes de desconfianza que me escudriñaban sin apartar ni un minuto la vista de mí fueron como puñales que fueron clavándose en mi cordura.

7 de Junio de 2006

Las paredes de este hostal parecen ceñirse sobre mi, me encierran, me hacen sentir prisionero aún teniendo la posibilidad de escapar.
¿Será el aire irrespirable de este pueblo tal vez? Es una atmósfera densa que te envuelve, que te llena los pulmones que te asfixia y te impide respirar.
No se como, pero me he armado de valor y e logrado salir de la habitación. Estaba dispuesto a enfrentarme a las miradas de aquellos extraños inquilinos del hostal.
Sin embargo, mi aparición sembró la mas cruda indiferencia.
La anciana ciega seguía en su ocupada labor de mecerse esta vez con la mirada perdida, clavada siempre en la nada, en un horizonte invisible. Los hombres, sin embargo esta vez ni me observaban fijamente ni conversaban entre ellos, aquel lugar estaba mas muerto que nunca.
Al salir a la calle, una niebla opaca y densa se expandía por todo el pueblo, no se avistaba nada entre aquella espesura, no obstante, una silueta oscura parecía andar en la otra calzada, mas que andar arrastrarse torpemente. Deduje el andar de una anciana de edad muy avanzada.
- Puede convertirse en niebla en tormenta y  fuego...Horla puede convertirse en niebla en tormenta y fuego.
Repetía con instancia aquella anciana que se desplazaba entre las sombras con una voz débil y apagada.

-Basta.
Cerré el diario bruscamente.
-¿Que ocurre?
Inquirió Marcus arqueando una ceja.
-No quiero leer mas.
Objeté. La realidad, las vivencias de aquel diario me resultaron tan reales mientras las leía... Pensé en mis adentros que tenia una valía óptima como narrador ya que mi mente estaba inmersa en aquel pueblo descrito,mis pensamientos no conseguian deshacerse de aquella realidad a la que ahora me dirigía.
-Pues te has saltado lo mejor, no has llegado a la parte en que...
Le silencié con un chistido.
-De verdad, prefiero no saber mas de lo que ya he leído.
Marcus sonrió tensando las comisuras de el labio, encontró algo divertido en aquel pavor que ahora me engarrotaba los huesos y me impedía articular movimiento alguno.
Por fin, aunque pareciese imposible, calló y se sentó adecuadamente en su asiento, de todos modos el terror ya estaba sembrado en mi interior y no podía quitarme de la cabeza aquel relato terrorífico, aquel universo paralelo tan distinto al mundo tal y como lo conocemos. Es como otra dimensión, como un mundo a parte cuyos habitantes enloquecidos, encerrados en si mismos y en las tradiciones de un pueblo olvidado parecen tener la intención de hacer enloquecer a todo el que llegue nuevo, a cualquier intruso no identificado.
Yo iba a ser una intrusa, ahora sabía realmente donde me estaba metiendo.
Marcus continuó leyendo su diario, esta vez en silencio sin hacerme cómplice de las vivencias que contuvieran aquellas páginas. Fui observando como cada vez tensaba mas la mandíbula y sus expresiones reflejaban un terror que aumentaba progresivamente según iba leyendo.
Pero no compartió conmigo su lectura y se lo agradecí eternamente.
Justamente mi compañero de asiento había acudido a un pueblo al que nadie suele ir de visita y en su equipaje guardaba el diario en el que estaban escritos todos los hechos.
¿Casualidad o destino?
¿Pretendía asustarme, alertarme tal vez?
O era una señal que no estaba captando, una señal cuyo mensaje era ¡Huye ahora que puedes!
Él, embebido en la lectura, yo, cavilando, escrutando la ventana y los pasajeros abandonando el tren cuan mas cerca estábamos de mi destino.
No eramos mas de tres en el vagón y el trayecto estaba muriendo.
- Sabes que no para en M'er Far ¿No?
interrumpió Marcus mis pensamientos.
-¿A no, y donde va a dejarme?
- En la estación de Bullyak, la ciudad mas cercana a M'er Far.
Parecía, por su forma de mirarme, que sabia de buena tinta que no tenia ni idea de a donde me dirigía ni que camino deveria seguir.
- ¿Donde está eso, tendré que andar mucho?
inquirí alterada.
- No te preocupes, yo voy a Bullyak, si quieres te llevo hasta M'er Far.
Así que efectivamente era cosa del destino, me habia enviado a un guía para, primero, informarme del lugar al que me dirigía y, segundo, para indicarme el camino.
El tren siguió avanzando ya sin detenerse en ninguna parada, en el vagón solo quedábamos Marcus y yo que compartíamos un destino mas o menos común, aunque obviamente, aunque no me lo había dicho, sabia que no se atrevería ni a acercarse a la entrada de M'er Far ¿Porque yo, con lo cobarde que soy, no me detengo?, ¿Porque no huyo? ¿Porque me dirijo irremediablemente hacia un lugar que puede suponer una perdida absoluta de cordura?
Porque hay una fuerza inexplicable que me arrastra a M'er Far y no logró entender que debe ser.


 • • •


Como si acabase de despertar de un largo letargo. Abro los ojos lentamente sintiendo el rumor de agua que fluye bajo mío y el sol que golpea mis ojos con violencia obligándome a cerrarlos de nuevo.
Al alzarme torpemente producto de un aturdimiento injustificado barro la nueva escena que me rodea anonadada. ¿Donde ha ido el tren? A mi alrededor encuentro una ladera verde poco poblada de arboles fruteros y alguna cabaña que se atisva en el horizonte de aquella tierra omnisa.
Me encuentro sentada sobre una canoa que sigue el curso del agua de un río, un río que divide esa tierra verde y vasta. Mi indumentaria a cambiado por completo.
¿Donde han ido a parar mis tejanos y mi blusa negra? Ahora luzco un vestido rojo muy ceñido en la cintura y en los senos que me dificulta respirar y, sobre la cabeza, una capucha negra que cubre mi cabello y buena parte de mi espalda.
La canoa va acercándose a la superficie y, cuando me veo lo suficientemente cerca, pego un salto y caigo sobre esa hierba verde que me llega hasta las rodillas.
Es un paraje paradisíaco, se trate de un sueño o de la realidad.
Pero como en toda luz siempre hay tinieblas, a lo lejos de esa pradera verde se atisba sobre un monte de altura considerable un castillo medieval cubierto por nubes negras, parece que el aire arrastra hacia esa dirección como si fuese a producirse una tormenta exclusivamente sobre este.
Sola, desconcertada, reanudo la marcha en dirección contraria al castillo y el paisaje pronto se vuelve monótono, los arboles que me rodean parecen todos iguales y aunque he andado lo suficiente como para haber perdido de vista el castillo me percato de que lo sigo teniendo a la misma distancia.
No estoy avanzando.
Cansada, esperando alguna respuesta por parte de esa naturaleza insólita en la que me veo envuelta, detengo mi avance y deposito mi cuerpo exhausto sobre la hierba.
A pesar de no haber avanzado nada estoy agotada sin poder mover ninguna articulación del propio cansancio, asi que me tumbo sobre la hierva. El sol abona mi cuerpo y me dificulta la visión distorsionada por esos rayos tan potentes de luz asi que cierro los ojos y apoyo el brazo sobre la frente frenando  todo contacto con la luz.
Sumida en la mas solemne calma algo cae sobre mi cabeza y la irrumpe. No sabría con exactitud que es pero tiene una textura muy suave y delicada. Al principio pretendo no darle mas importancia de la cuenta y seguir en mi labor de reposar pero otro objeto de textura simular cae ahora sobre mi cuello y me provoca picores que ya no puedo soportar.
Al abrir los ojos de nuevo el paisaje ha cambiado por completo. Nubes negras cubren todo el paisaje celeste  y, aunque parezca imposible, del cielo, caen como si de lluvia se tratase, miles y miles de plumas negras que se depositan con lentitud sobre la hierva.
Es una dosis demasiado elevada de fantasía y mi mente no asimila ese medio extraño, fantasiosos. Atribuyo todo esto a que, seguramente, y espero que así sea, estoy soñando, me he sumido repentinamente en un sueño y es mi mente la que recrea tal vez estas imágenes. No obstante no logro tranquilizarme así, sigo teniendo unas inaguantables ganas de escapar, de volver a la realidad.
Pero no lo hago.
No consigo despertarme, salir de esta pesadilla.
Cuando esa lluvia de plumas negras parece haber amainado del horizonte se atisban un centenar de siluetas negras que se desplazan a mi dirección a la velocidad del rayo.
Pronto distingo en esas siluetas el largo pico, las amplias alas de plumaje negro noche y esos ojos intimidadores ávidos de sangre fresca.
Se trata de una multitud de cuervos que me escrutan desde el cielo, fijamente, parecen querer comunicarse conmigo.
Inexplicablemente y en contra de mi voluntad me alzó impetuosamente.
Los cuervos inician su marcha nuevamente conmigo detrás, me han capturado, pretendo huir pero una fuerza invisible me impide mover ninguna articulación, como si de un embrujo se tratase y sigo el camino que aquellos hórridos pájaros de la noche me están trazando.
El castillo esta vez si va acercándose.
Hasta que me sitúan delante de la puerta y la bandada vuela hacia el horizonte dejándome a mí allí, sola en ese extraño lugar pero esta vez, por suerte, con el dominio de todo mi cuerpo.
Es el momento, puedo escapar.
Y al iniciar mi andar, un simple paso hacia adelante es ahora una muchedumbre de personas la que aparece a mi alrededor, todas cubiertas por una túnica marrón que cubre sus caras y su cuerpo, me han acorralado, soy el eje del circulo que ellos mismos han creado y ya, para colmo de toda esta locura, esta gente alzan sus antorchas encendidas y vivaces hacia mi.
- Es Ligeia
pronunció alguien entre la multitud y las antorchas se fueron acercándose mas y mas
¿Iban a quemarme, seria este mi fin?, ¿Es un sueño tal vez, se puede acaso morir soñando?
El humo de las antorchas distorsionaba mi visión y pronto quedé como mareada, abrumada por ese gentío, por la situación y por la humarada tal vez, pero se que mi campo de visión fue volviéndose mas y mas borroso hasta que sentí que en breves minutos el mareo me vencería y acabaría estirada en el suelo a merced de los locos de las antorchas que me asarían como a una patata frita. *T*
Ligeia Ligeia
Las voces de aquella gente enfurecida fueron desplazandose progresivamente hasta que mis oídos no percibían mas que un eco apagado en el que tomó protagonismo una nueva voz que parecía inundarme la oreja, una voz gutural, grave y terrorífica que no procedía de ninguna de aquellas personas.
Era como si el cielo mismo estuviese susurrándome.
Creo que tras esto caí al suelo inconsciente.
Esperaba despertar en el tren, que hubiese sido lo mas comprensible, sin embargo, al abrir los ojos me encontré con el mismo panorama, el mismo valle ahora desértico y un sol escondiendose tras el monte. El Crepúsculo seguía su curso.
No obstante, al abrirlos más me encontré en brazos de un hombre, que a jurar por el volumen de sus brazos deduje que seria forzudo y robusto. Aquel desconocido me ayudó a incorporarme.
Iba vestido de negro, de cabeza a pies, y al alzar la vista hacia su semblante en lugar de un rostro me encontré con una sombra negra que se difuminaba entre los ropajes.
¿No tenia rostro mi salvador?
No sé si tenia o no, lo que si se es que la sombra que ocupaba el espacio de "cabeza" fue disipándose, evaporándose y los ropajes cayeron al suelo. El cuerpo se había volatilizado.
No, estaba equivocada, se habia transformado en un cuervo majestuoso de poblado plumaje negro y de un tamaño considerablemente grande que fue a posarse sobre la gorra que yacía sobre el suelo, el sombrero que formaba parte de la indumentaria de aquel extraño personaje.
Me acerqué a gatas  y lo observé detenidamente en busca de algo extraño pero no encontré mas que una pequeña inscripción en una cinta que rodeaba el sombrero.
Horla
Lo único escrito en esa cinta era Horla. Solo eso y nada más.
¿Que diablos significaba Horla, Me estaba dando mi propio sueño alguna pista? Diablos no entendía nada.
Sumida en mi desconcierto ignoré al principio una voz mas aguda, mas normal, por clarificarla de algún modo que me llamaba desde la lejanía, y esta vez pareció crear un efecto distinto en mi pues caí en una especie de ensoñación. Mis ojos se cerraron, mi mente quedó en blanco y seguidamente, nada.







Chapter 2: La sombra de los Middelhauve 


Así cedió paso a sus fantasmas
pobre viejecita desdichada
rememorando cada imagen
cada sonrisa olvidada

Reloj sin Arena.


- ¡Ligeia!
Finalmente la voz grave de Marcus fue la que logró sacarme del extraño y aterrador sueño en el que había estado sumergida minutos antes, realmente fue un alivio encontrarme con sus enormes ojos marrones que esperaban alguna respuesta por mi parte.
- ¿Que diablos te pasaba que no despertabas?
Los latidos de mi corazón parecían haber dominado todo mi cuerpo, ese sueño había sido tan intenso que, aún ahora que estaba a salvo, despierta, no conseguía frenar los rápidos golpeteos de mi desbocado corazón, nunca había llegado a este estado de ansiedad.
- No lo se...
Pero por suerte todo había pasado, volvía a estar en mi asiento del tren desierto, cuyos únicos pasajeros eramos Marcus y yo.
El cielo se había tornado de color zafiro, es el momento en el que ya se ha adentrado la noche, sin embargo el proceso todavía no ha culminado.
- Ya puedes ir cogiendo tus maletas, pronto parará en Bullyak.
Marcus se anticipó y sacó del cabecero unas dos maletas robustas, que por su expresión deduje que deberían cargar con mucho peso, acto seguido agarré las mías, algo mas ligeras dato interesante teniendo en" cuenta que yo soy" una mujer> y nos pusimos frente a la puerta del tren esperando el momento en que abriera sus puertas en la estación de Bullyak.
En nuestra espera silenciosa aproveché para estudiar a Marcus que permanecía ausente con la mirada clavada a el cielo nocturno.
Llevaba ropa deportiva -recién me había fijado- una sudadera ancha y unos pantalones largos de chándal, como calzado lucía unas bambas blancas nike muy desgastadas rotas por mas de un sitio. Debía ser un chaval muy deportista.
¿Que lo llevaría a viajar a M'er Far, porque irse ahora a Bullyak, una ciudad vecina?
Y pensé en mi aspecto tras examinarlo a el ¿Que pensaría de una peli roja de ojos azules, piel marmórea y ropa tan poco a la moda?
Pensaría que mi cabello es fruto de una coloración, aún no he conocido a nadie que no haya dudado de la autenticidad de mi peli rojo.
Mis deducciones sin ningún fundamento fueron suficientes para lanzarle una mirada cargada de desprecio.
- ¿Sucede algo?
inquirió Marcus, con los ojos como platos, algo desconcertado por mi comportamiento.
- ¿Es peli rojo natural vale?
Y abrí el cabello desde la raíz para demostrarle que no había ningún otro color.
- ¿Te lo he negado en algún momento?
Inquirió con un hilo de voz, algo trastornado por mi reacción insólita.
- Perdona Marcus -me disculpé avergonzada- es que tengo alguna especie de trastorno con mi cabello.
Acabé de demostrar mi demencia.
Arqueó una ceja producto de su aturdimiento.
-¿No te gusta tu pelirrojo?
-Si...-respondí indecisa- Pero... -titubeé- La mayoría de gente cree que es teñido.
Me percaté de que ahora, sus ojos me escudriñaban de arriba abajo, estudiando mi vestuario, mi rostro mi calzado y sin cortarse un pelo, obviamente porque le daba igual que me diera cuenta de que me estaba mirando.
- Tienes la piel muy blanca, tus ojos son azules, tienes las pestañas y las cejas rojas y tu nariz esta cubierta de pecas ¿Quien puede ser el subnormal que te crea pelirroja artificial?
esbocé una cálida sonrisa, su comentario me había hecho sentir mejor, al menos él había logrado encontrar en mis miles de características peculiares las razones por las que podía corroborar la autenticidad de mi cabello.
- No te agobies por eso, y si a ti te gusta llevalo.
asentí inclinando la cabeza. Marcus recobró su serenidad y volví a clavar su vista en el cristal transparente de la puerta.
El cartel de Bullyak fue lo último que vimos hasta que el tren dio por finalizado todo su trayecto. Era el momento de bajar.
No aguardó mas de dos minutos en la estación, fue bajar nosotros con las maletas y alejarse el tren a una velocidad sorprendente. Como si el mismísimo conductor pretendiese alejarse cuanto antes posible de los dominios de M'er Far.
- ¿Esta muy lejos M'er Far?
le pregunté a Marcus mientras avanzábamos por el andén cargados de nuestro equipaje.
- En realidad tan lejos como Bullyak, la estación esta mas o menos entre Bullyak y M'er Far, como ambos son dos pueblos poco habitados pensaron que situar la estación entre los dos seria la opción mas correcta, escogieron que fuera la estación de Bullyak porque tiene un número de habitantes superior, pero ya está.
Tras esta explicación avanzamos haciendo mutis, pronto abandonamos la estación y empezamos a seguir la vía de una carretera de asfalto desgastado. El anochecer había culminado y al dejar atrás la estación nos fuimos adentrando en una oscuridad absoluta y perpetua, no había una triste farola que alumbrara la carretera, ni un triste farolillo, la única luz que nos servía de guía era la que irradiaba la luna llena y nos pareció insuficiente para ir avanzando, tampoco había visto a ningún coche cruzar esa vía ni a ningún ser humano, ni siquiera un animal, era como si estuviese caminando hacia un lugar muerto, un lugar sin luz, sin vida.
Seguimos avanzando en el extremo de la carretera, por pura inercia ya que teníamos la certeza que no veríamos a un solo coche. El único ruido que se oía era el chocar de las ruedas de las maletas contra el asfalto levantado y al ser el único ruido producía un eco sorprendente, parecía extenderse hacia todas las direcciones.
Intentando vagamente vislumbrar algo conseguí ver en la lejanía la silueta a contraluz de unos altos árboles que cuyas hojas seguían la dirección del aire. Empezaba a levantarse un viento frío que penetraba bajo mi lánguida blusa negra y me provocó algún estornudo.
Seguimos caminando sin mediar palabra, no sabia que mas podía decirle, pese a ser un completo desconocido había ganado toda mi confianza, tal vez porque desde un principio se había mostrado muy amable y complaciente conmigo o porque le rodeaba una aureola de paz que conseguía transmitir a los demás, me sentía segura con él caminando al lado, y mas cuando estaba atravesando una tierra oscura y desconocida.
Jamás hubiese hecho este camino sola.
Marcus se detuvo finalmente cuando apareció otra carretera que se cruzaba con la que habíamos seguido hasta ahora, era un sendero pequeñito sin asfaltar cuyo cartel anunciaba la entrada en Bullyak.
-Nuestros caminos se separan.
Anunció tristemente.
Un pavor súbito empezó a correr en mi interior haciendo latir frenéticamente a mi corazón, volví la vista hacia el camino que debería seguir sola y se abría ante mí, incluso parecía que la carretera se volvía de un negro opaco cuan mas alargaba la vista al horizonte.
Mi rostro debió reflejar con óptima eficiencia el efecto que habían causado en mí sus últimas palabras.
- En realidad no debes asustarte, Ligeia, andando no te queda mas de 1 km por recorrer, y tu circuito es todo en línea recta.
"Maravilloso -maldije en silencio- 1km andando entre una espesa negrura"
Marcus introdujo su mano en la maleta y extrajo una libretista de notas diminuta acompañada de un bolígrafo de tamaño similar. Anotó algo rápidamente y tras arrancar la hoja me lo alargó.
; marcus.b.987@yahoo.com
- Es mi dirección de correo electrónico. Ya te he contado algunos de los horrores del pueblo de maniáticos en el que te metes. Quiero que me envíes un e-mail al día para que me cuentes como es tu estancia allí ¿De acuerdo?
Esta vez me había dejado sin palabras.
- Gracias...Que te molestes tanto por mí...En serio...No es necesario.
Marcus me dedicó una sonrisa cálida y cariñosa e iniciando su marcha por separado exclamó;
- Supongo que me has caído bien ¡Esperaré tus noticias!
Y allí me quede yo observando como iba alejándose de mi hasta que se fundió con las sombras de la noche y lo perdí de vista.
Entonces volví a la realidad aterrorizada. Estaba sola, sola en medio de una nada, en medio de una carretera oscura.
Aquel silencio que reinaba no era para mi mas que otra señal de alarma, como si algo se escondiese entre las sombras esperando un descuido por mi parte, como si ahora viniese la calma y después fuese la tormenta.
"El terror me hacia delirar, simplemente era eso."
Me pretendí mentalizar y, armándome de coraje avancé carretera a través guiándome por la luz plateada de la luna que, escasamente abonaba el suelo con un resplandor ligero que al menos, servia para avanzar.
En el transcurso del trayecto me fui percatando que la vegetación iba aumentando progresivamente hasta que la carretera estaba rodeada de árboles inmensos que impedían que la luz se filtrara y ya la oscuridad fue total y absoluta.
Caminé sabiendo que todo era recto, que no había nada que me impidiera el paso.
No sabía de donde estaba sacando ese valor para poder avanzar, supongo que la situación era la que me empujaba a actuar ¿Que otro modo había? Ya no podía escapar.
En aquel silencio sepulcral percibí ruido de movimiento, algo estaba avanzando entre los matorrales, siguiendo mi dirección.
Me detuve en mitad del camino, el rumor también paró.
Y al reanudar la marcha pude avistar entre la oscuridad algo que estaba avanzando cobijado entre la vegetación
¿Seria un animal?
Nunca había estado tan aterrorizada.
Tal vez era eso, era el pánico que me hacia imaginar cosas que no estaban sucediendo.
Y por fin, en el horizonte adiviné un destello de luz que se atenuaba entre los arboles.
Tenia que ser M'er Far, tenia que serlo.
Arranqué a correr arrastrando con torpeza las maletas y después de tropezar con mis propios pies en dos ocasiones me encontré cara a cara con un cartel.
Welcome to M'er Far.
Allí estaba, en el horizonte un conjunto pintoresco de edificios bajitos alzados en la llanura de un valle con forma de U cuya silueta mas notable y característica, porque sobresalía en altura sobre todos los demás edificios era la de un campanario.
El pueblo estaba bien iluminado y parecía adivinarse alguna luz encendida en el interior de algunas casas, pero la distancia era aún tan grande que no podría afirmarlo.
Me imaginaba un pueblo mas pequeño aún.
Después de tanto tiempo al fin podía respirar aliviada.
Lo había logrado, había conseguido cruzar toda la oscuridad y llegar finalmente a M'er Far, mi corazón se estabilizó, mi respiración adquirió nuevamente su ritmo natural y me dispuse esta vez mas sosegada a alcanzar mi objetivo.
La carretera se acabó y, por consiguiente un sendero de piedras rocosas fue el que se abrió ante mí.
Sin embargo, el ruido que parecía perseguirme antes volvió a producirse, una especie de murmullo entre los arbustos, giré alterada y me encontré con dos ojos rojos como el fuego que brillaban escondidos entre la oscuridad y entre las hojas.
Era un animal, no cabía duda...Pero ¿Que tipo de animal podía tener esos ojos?
Sentí un pavor tan atroz que no pude hacer mas que salir corriendo en dirección al pueblo. De vez en cuando volvía la vista pero esos ojos no se movían, seguían allí, quietos, en silencio, siguiendo mi avance con la mirada. Un escalofrío me recorrió por todo el cuerpo, estaba aterrorizada, incluso oía el tintinear de mis dientes chocando producto del temblor.
¿Que diablos era eso que me miraba?
Y al torcer mi rostro al frente me encontré con una calzada estrecha y desgastada. Por fin, estaba en una calle de M'er Far. Había entrado.
Avancé por el arcén, obviamente no me encontré a nadie por el camino, las farolas iluminaban pobremente la acera y todas las edificaciones que me encontré fueron casas, de apariencia rústica, con no mas de dos plantas y amplios patios en los que cultivaban un huertecito -Tuve la osadía de alzar la vista para mirar algún interior- Negocios había muy pocos, una panadería, una zapatería y una taberna de aquellas antiguas cuyo cartel estaba escrito a mano.
Al torcer en la siguiente calle me encontré con un cartel muy singular.
<cementerio></cementerio>
No tuve que complicar-mela demasiado para encontrarlo, allí estaba a no mas de 3 metros un pequeño parque protegido por una valla de madera demasiado baja y en el interior centenares de lápidas colocadas por hileras.
La vista no me alcanzó lo suficiente pero aseguraría que el cementerio ocupaba todo el valle y se alzaba aún hacia arriba.
Podría decirse que hay mas muertos en M'er Far que vivos, por lo que estaba viendo.
Contemplé por un momento los edificios rurales de piedra gastada que se alzaban sobre las calzadas -algunas sin asfaltar- Casas con aquellas persianas verdes típicas de los pueblos, macetitas en las entradas. Pero nadie paseaba por sus calles.
Después de torcer varias manzanas y encontrarme con casas clonadas por fin caí en la plaza principal de M'er Far. El ayuntamiento, en el que ondeaba una bandera enhiesta que no identifiqué, era un edificio considerablemente grande -si lo comparas con los demás- también de piedra.
Era un pueblo tan rural, aquellos puentes de piedra que te permitían pasar de una calle a otra, pozos antiguos y probablemente abandonados y negocios que manifestaban en sus letreros y en sus instalaciones el paso del tiempo.
Por si no fuera suficiente el aspecto lúgubre y aterrador que tenia aquella pequeña vila, las dos altas montañas que encerraban en si solo al pueblo e impedían que entrara demasiada luz celeste incrementaban esta sensación.
Pero una especie de silueta apareció de golpe, en lo alto de el valle donde se encontraba el cementerio.
Al principio pensé que seria un efecto de luz, o tal vez el sueño acumulado e incluso el propio miedo que me hacia delirar, pero mis ojos veían con nítida claridad una silueta grande y diabólica, lo suficientemente como para poder atisbarse desde esa distancia.
Aquella sombra negra parecía otear el paisaje, tenia forma de lobo, pero no podia ser posible pues no hay catalogada una especie de lobo de tamaño tan descomunal.
Mas tarde fueron sus ojos ¿Eran sus ojos? No estaba segura. Fue como un destello de luz rojiza que me deslumbró mientras mantenía su vista clavada en mí.
Aquella bestia tenia unos ojos rojos que emitían una luz mucho mas intensa que la de la propia luna. Las piernas producto del pavor que empezaba a sentir no me respondían. Esto no podía estar pasando. Pero eso parecía, y no había tampoco ningún vecino ni luz alguna encendida en el interior de cualquier casa. Estaba sola, indefensa en un territorio ajeno a mí, siendo el blanco de la mirada de algún animal descomunalmente grande de mirada espeluznante.
Entonces caí en cuenta, eran...podían ser el mismo animal que me perseguía mientras avanzaba por la carretera, pero, en ese caso ¿Como había conseguido ocultar su tamaño entre los arbustos?
El animal enorme retrocedió y, en cuestión de segundos desapareció entre las sombras del horizonte.
No quedó ni rastro de él.
Perpleja, asustada, sin encontrar una explicación lógica al hecho en cuestión conseguí avanzar en busca de la calle Weston, que era el lugar donde vivían los amigos que mi madre había asignado.
Crucé varias veces unos puentecillos hechos de madera que servian de atajo para cruzar de una calle a otra sin torcer la manzana, y por fin me encontré a una ancianita, que se desplazaba con lentitud por la calzada y estaba a punto de meter la llave en la ranura de su casa.
- Di-Disculpe -tartamudeé- ¿Sabe donde esta la...
Aquella ancianita de apariencia frágil torció su rostro hacia mi persona. Era ciega, pero sus ojos blancos parecían fijarse con firmeza en mi, y su semblante parecía estudiarme de arriba a bajo, torciendo los labios en señal de desaprobación. Pero era imposible. No podía ver nada ¿No?
Entonces lo recordé ¡Era la ancianita ciega que Marcus describía en su diario!
- ¿Sabe donde está la calle Weston?
La ancianita ciega se mojó los labios, parecía que iba a contestarme pero no se decidía a hacerlo.
- Necesito que me lo diga, por favor señora.
Esta vez mi voz estaba cargada de suplica.
La ancianita esbozó una sonrisa torcida que tubo algo malicioso que me hizo desconfiar, seguidamente me señaló hacia una dirección y se encerró en su casa dejándome sola otra vez.
Reanudé el camino con la imagen clavada en mi mente de la sonrisa diabólica de la ancianita, me había impactado muchísimo porque, aunque solo fuera una intuición, tenia la impresión de que tras esta sonrisa se escondía algo.
Visto lo visto no podía ser nada bueno.
Ahora que ya he pisado M'er Far puedo asegurarlo, es terrorífico. No solo por este aspecto de pueblo medieval, por las visiones de criaturas extrañas o por sus extraños habitantes.
Era otra cosa, una especie de atmósfera densa que te envuelve, es una sensación extraña, como si de repente te pesase mucho mas el aire que tus hombros soportan.
Por fin, tras cruzar la manzana me encontré con el cartel de; Avenida Weston.
Ahora a buscar el número 14
Inicié la marcha reparando en el ruido que producían mis zapatos al chocar con aquel suelo de asfalto no muy uniforme, no llevaba tacones ni ningún tipo de plataforma que hiciese tal ruido al pisar, pero, tal era el silencio y tal la quietud que mi pisar se tornó un eco sonoro que retumbó desde el otro lado del valle.
Tuve la inquietante sensación de que todo el pueblo estaba oyéndome llegar.
La primera casa que me encontré fue la numero diez, la crucé deprisa e intenté no ahondar la vista en su interior pues el patio era un agujero negro, un punto muerto en el que ni entraba la luz ni podía adivinarse la silueta de ninguna planta ni de nada que pudiera estar en su interior.
En las siguientes que crucé solo me detuve a mirar el número, la once, la doce, y seguidamente, la catorce.
Estando en la puerta de mi destino, al fin, supe gracias al buzón que compartiría un mes entero con una tal Annelyse Westerholt.
Pero había algo que me había llamado la atención, un detalle sin importancia que embargó mis pensamientos.
¿Y la casa número trece?
Retrocedí esperando haberla saltado pero no, de la catorce pasa a la 12, y no hay nada mas que un árbol de no demasiada altura entre ambas.
Esperando poder preguntárselo a Annelyse volví a la puerta de su casa.
Fue una buena señal para mí ver que era de las pocas que tenían un Jardín cuidado lleno de plantitas y de geranios y que además, no emanaba esa oscuridad tan aterradora como el resto, incluso en la oscuridad podía distinguir las siluetas del interior y el felpudo de Welcome frente a la puerta principal.
Pulsé el interruptor algo ansiosa y aguardé en la puerta. Primero se encendió una luz mas lejana que podia ver a traves de la única ventana que daba a la planta baja y seguidamente la de la entrada.
Una muchacha de no mas de 20 años, de constitución delgada y una altura imponente abrió la puerta, primero su semblante reflejó sorpresa, después desconcierto tal vez pues arqueó involuntariamente una ceja. Era una muchacha blanca de piel, de un cabello rubio plateado, tan rubio que a la tenue luz de la luna parecía blanco, no lo tenia demasiado largo, mas bien una media melena que se posaba sobre los hombros y los ojos de un color azul grisáceo muy claro también.
Llevaba una ropa muy sencilla, una camiseta de lana gorda y de color rosa pálido y una falda de volantes blanca con una raya que adivine fucsia en el bajo.
- ¿Hola?
intentó llamar mi atención aquella chica.
- Ay, perdona... ¿Sabes donde puedo encontrar a Annelyse Westerholt?
inquirí tímidamente.
- Soy yo, Annelyse Westerholt ¿No ves mi buzón?
Sí, lo había visto, pero la sorpresa y la timidez habían limitado mi fluidez mental, debo añadir ademas que no esperaba que mi casera fuera una muchacha tan joven, tenia entendido que aquí solo vivía gente de edad avanzada.
- Encantada, mi madre me dijo que podía hospedarme aquí.
El rostro de Annelyse se iluminó, esbozó una sonrisa y abrió al fin la puerta.
- Eres la hija de los Middelhave... ¿Eres la hija de Simone Middelhave, la nieta de Shirley Autumn?
Shirley Autumn es mi abuela materna y vivió toda su vida en M'er Far, murió hará apenas dos años, debe de estar enterrada en el cementerio de este pueblucho. Es probable que mañana a plena luz del día le haga una visita.
Sin poder remediarlo la imagen de aquella criatura enorme y feroz oteando el paisaje sobre la colina inundó mis pensamientos, estaba en lo mas alto de la montaña, parecía observarme, y para colmo, no sé si seria producto de mi cansancio pero sus ojos los recuerdo de un rojo intenso que podían iluminar mas que todas las farolas juntas de la ciudad.
Sacudí la cabeza, no podía obsesionarme con eso ahora.
- Si.
Contesté aunque ni recordaba la pregunta que me había hecho.
- Disculpa mis modales, pero me preocupaba que tal vez fueras una Growning
Abrió la puerta de casa y la seguí hasta la entrada principal de la casa, cerró la puerta de un portazo sonoro y echó los 4 pestillos de la puerta.
Al encender la luz me encontré con una coqueta casa decorada con tonos pasteles, y los agradecí porque necesitaba un estimulo relajante,  me hizo pasar al comedor que era amplio e iluminado de un color naranja que me aportó calidez. Dejé el abrigo sobre el sofá y barrí la estancia con la mirada, había varios muebles de roble oscuro y un montón de fotos de Annelyse con otro chico que supuse que seria su novio.
A priori la casa me transmitió muy buenas vibraciones, era muy acogedora, la iluminación ténue y anaranjada, el sofá de un tono ocre con un montón de mantas sobre el, una mesita entre este y la televisión llena de revistas y un bol de palomitas ya terminadas.
- ¿Que te recuerdo a quien?
inquirí mientras contemplaba mi alrededor, estudiando cada detalle, repasando cada rincón, todo parecía muy normal, y la chica, en sí, era el prototipo de joven corriente.
- No, que temía que fueras una Growning, son una pandilla de adolescentes nómadas que se han dejado caer en M'er Far y han ocupado una casa de las miles deshabitadas del pueblo, el problema es que tienen tendencia a recurrir a la violencia por tal de conseguir drogas o alcohol.
Me informó Annelyse.
- ¿Y por que iba a venir un espécimen de estos a tu puerta?
Annelyse esbozó una sonrisa torcida y profirió una carcajada sarcástica.
- Chica de ciudad...Este pueblo es tan pequeño que no tiene ni una sola unidad de protección civil, estamos bastante desprotegidos, a veces se permiten incluso llamar a tu puerta para robarte. Una cortesía sarcástica.
Esperaba ancianos atrasados social y culturalmente, esperaba malas miradas y despoblación absoluta, pero lo que no esperaba era una banda de camorristas adolescentes.
Annelyse se alzó ágilmente del sofá y me dio besos en ambas mejillas, poso su mano sobre mi hombro y me dijo dulcemente.
-Debes estar cansada, te acompañaré a tu habitación.
- No, en realidad, no, quería comentar algunas cosas del pueblo contigo.
Las facciones de Annelyse se tensaron.
- Mañana mejor, hoy deberías acostarte.
Asentí finalmente desganada.
-¿Cuentas con acceso a Internet?
El correo electrónico era el único modo de seguir en contacto con Marcus.
- Si, en tu habitación hay un ordenador con acceso a Internet, pero comprende que la conexión sea algo lenta.
Annelyse se recogió el cabello rubio en una coleta y se dirigió hacia su habitación, aunque me había caído bastante bien y agradecía que fuera una chica normal no pude pasar por alto su falta de modales, acababa de llegar y no me había enseñado apenas su casa, ahora estaba sola en su hogar y no sabia ni donde encontrar el servicio.
Apagué la luz del salón y subí aquellas escaleras en forma de caracol, arriba solo había cuatro habitaciones y un amplio descansillo, el lavabo estaba en frente, nada mas subir, y mi habitación deduje que era aquella que emanaba de su interior una luz violetosa, en efecto, abrí la puerta y estaba todo preparado para mi llegada, las sabanas nuevas, el escritorio despejado con un ordenador fijo en medio y algunos libros en el lateral derecho, me sorprendió que tuviera una gran librería llena de libros ordenador por género o autor, los que mas abundaban eran relatos de Edgar Allan poe, de Oscar Wilde, Arthur Conan Doyle,Agatha Christie y Rampo.E, la gran mayoría autores de novela negra, justamente coincidíamos en gustos literarios.
- Esta es la habitación de mi hermano.
Volví el rostro y me encontré con Annelyse, apoyada en el dintel de la puerta de brazos cruzados.
En efecto, no había reparado en la fotografía pequeñita que utilizaba como posa libros, era un chico castaño de cabello largo, guapísimo sin duda, tenia la cara redonda, algo pálida y unos ojos grandes y penetrantes de un precioso marrón miel, era la perfección, el canon de belleza masculina.
- Tu hermano es muy guapo.
dije sin apartar la vista de la fotografía.
- ¿Oh si? Pues tendrás el placer de conocer al caballero, viene la semana que viene.
No pude evitar esbozar una sonrísa que tuve que reprimir.
-Bueno, que descanses Lexia
-¿Lexía?
Annelyse arrugó el entrecejo.
- ¿No te llamas Lexía?
Negué bruscamente con la cabeza.
- Ligeia, no Lexía
Rompió a reir emitiendo unas sonoras carcajadas, tenia una risa insoportable.
- Perdona, de verdad, lo siento, es que cuando me dijo tu madre tu nombre por teléfono te juro que entendí lexía. Bueno, buenas noches Ligeia.
Y cerró al fin la puerta, al fin ya nada perturbaría mi exquisita soledad.

 • • •


Simone Middelhave no podía apartar la vista del reloj, ya eran las doce de la noche y no había recibido la confirmación de la llegada de su hija a M'er Far, no podía tampoco dejar de sentirse culpable por haberla enviado a ese lugar, pero las cosas deben seguir su orden natural y lo que debe acaecer, suceder deberá.
Movía su copa de coñac haciendo que el líquido se contoneara entre el cristal, le daba vueltas y leves sorbos, en ocasiones únicamente se mojaba los labios para sentir esa sensación de constante insatisfacción, el placer exquisito, según ella, es aquel que te deja insatisfecho y te incita a volverlo a probar, es una idea algo masoca pero desde luego, tentadora.
El ordenador de Simone emitió un zumbido, acababa de entrar un mensaje en su correo electrónico, esperó que fueran noticias de su hija y lo abrió sin mas dilación.
Se volvió a mojar los labios de coñac y a saborearlo de sus labios.

De: marcus.b.987@yahoo.com
Asunto: Misión cumplida.

Estimada Simone, tal y como acordamos pude localizar a Ligeia entre los pasajeros, no fue demasiado complicado, ese cabello rojo y esa palidez son un toque mas que característico, confió rápidamente en mi, antes de lo que tu me alertaste, y he estado con ella durante todo el viaje que, por cierto, ha sido tranquilo no hemos sufrido ningún contratiempo. La he ayudado a descargar las maletas y la he acompañado hasta que he llegado a mi destino, pero no te preocupes porque le he indicado bien el camino y seguro que a horas de ahora Ligeia está en M'er Far, en casa de tu amiga. Todo ha salido a pedir de boca.

Pd: Le he dado mi correo electrónico para que pueda ir poniéndome al corriente. Si tu teoría fuese cierta y tuvieses razón ¿Eres consciente de lo que estas haciendo?

Simone cerró el mensaje. Se quedó en silencio aún con la copa en la mano, mirando a la nada, a la oscuridad  que aguardaba tras la ventana. Supo que corría aire porque silbaba entre las rendijas de la persiana.
Sabía que no estaba sola, sabía muy bien quien estaba detrás, así que ni se tomo la molestia de torcer el rostro y tomó, esta vez, un buen sorbo de coñac acabándose al fin la copa.
Desde su asiento se veía reflejada en la ventana, ya que era tan oscuro que prácticamente le servía de espejo, y sonrío tristemente al ver que, tras ella, dos luceros rojos y penetrantes la miraban desafiantemente, era una advertencia, una señal de aviso.
Lo único que debía hacer era dejar que todo siguiese su curso.
Ligeia ya había llegado





Chapter 3: Aparece Lord Kilar

—¡Retorna,
vuelve a tu hórrida guarida,
la plutónica ribera de la noche y de la bruma!...
de tu horrenda falsedad
en memoria, ni una pluma dejes, negra, ¡El busto deja!
¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho! De mi umbral tu forma aleja...»
Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»

Edgar Allan Poe. The raven


De: LigeiaMiddelhave@hotmail.com
A: marcusb.987@yahoo.com
Asunto: Finalmente llegué.

¡Marcus!
Recién acabo de llegar a M'er Far.
Tengo que decirte que me has dado una imagen nefasta de M'er Far, me esperaba un pueblo terrorífico, desierto, poblado de ancianos extraños y cargados de manías y por contra me he encontrado con un pueblo de apariencia rústica algo siniestro siendo honestos pero acogedor a la vez, eso si... Tiene una fauna un poco peculiar -ya te explicaré esto-
Bueno, me hospedo en casa de Annelyse Westerholt que es una chica joven que vive acompañada de su hermano ausentado porque está estudiando una carrera en Bullyak.
No sé que mas decirte, solo que te mantendré informado de todo lo que vaya acaeciendo en este pueblecito.

pd: Mañana visitaré a mi abuela en el cementerio
pdd: Creo que he visto a la ancianita ciega que describías en tu diario, es realmente escalofriante.

Y así puse punto y final al que sería el primero de muchos mensajes que enviaría a mi nuevo confidente.
Quería inspeccionar un poco la habitación, indagar sobre el propietario, sus gustos, sus aficiones, todo aquello que pudiera encontrar de él y que pudiera hacerme forjar una idea sobre su personalidad.
Pero el sueño me estaba venciendo.
Así que tuve que dejar mi labor detectivesca aparcada a un lado y, con la mente algo revuelta y rememorando cada imagen vista, cada elucubración, me tumbé sobre la cama y, no pasarían ni varios segundos, que me sumí en un sueño profundo.


Llueve.
No obstante la sensación es cálida y muy confortante, me siento a gusto. Como en casa. Las sabanas me recogen y me dan un cobijo intenso, me siento protegida y serena. Como niño que duerme en el regazo de su madre.
Al alzar la vista entiendo esa sensación, estoy en mi casa.
Mi habitación, perfectamente recogida tal y como estaba antes de irme de M'er Far y la misma lluvia violenta del día que partí.
No obstante me envuelve una paz absoluta.
Pero esa sensación no puede ser mas que fantasía, yo...Sé que no debería estar aquí. No cabe duda que estoy soñando.
Algo desorientada, mi instinto me advierte que esa paz reinante no puede ser mas que un aviso de alarma, el peligro normalmente yace escondido bajo la apariencia de calma absoluta.
Como no logro despertar ni sucede nada que rompa ese inquietante silencio, me incorporo de la cama y examino esta vez bien la estancia
¿Como podía haberla confundido? No era mi habitación
De hecho en mi vida había estado allí.
Me encontraba en una sala con una distribución muy parecida a la mía pero el mobiliario y la tela es muy clásico, muy añejo.
Las cortinas blancas de rejilla, el colchón delgado en el que puedes palpar todas las plumas y un mobiliario de madera oscura que parece salido de un anticuario.
Ahora ya, muy desconcertada procedo a examinar la sala.
Sobre la mesilla de noche hay un candelabro,  y un vaso de un agua oscura y corrompida.
Me empiezan a invadir escalofríos.
El armario no tiene mas de cuatro prendas que son básicamente vestidos pomposos y de colores muy vivos como el rojo pasión, el amarillo o por el contrario el negro.
Pude identificar dos piezas dentro de ese armario, allí estaban, aunque pareciera increíble, la capa negra y el vestido rojo que llevaba puestos en el primer sueño estrafalario que tuve en compañía de Marcus.
Ahora que empiezo a encontrar conexiones entre unos sueños y otros, busco y rebusco en los cajones, entre las estanterías y para mi sorpresa me encuentro con un cuadro, un retrato que me deja la sangre helada. Se trata ni mas ni menos del retrato de una mujer parecidísima, no, idéntica a mí, vestida con grandes galas, mucha bisutería haciendo gala de una elegancia abrumadora y con un recogido coqueto en el que envolvía sus rizos, calcados a los míos por supuesto, en un moño alto que resaltaba su magnificencia. Era yo físicamente, pero atisbé en el rostro de la dama, pintado detenidamente y con una claridad impropia de una pintura una sonrisa torcida, una mirada penetrante y fría que jamás hubiese podido surgir de mis labios, sin duda la persona retratada era alguien de carácter fuerte, frío, desconfiado, incluso me atrevería a conjeturar que algo descarada y malvada.
Todo eso, por supuesto, no fue la causa de mi asombro, había otro personaje más en el cuadro, y a este, también le conocía.
El mismo caballero sin rostro, con sus ropajes negros y una capa negra que le cubría todo el cuerpo, un aspecto de hombre robusto y forzudo.
Pero al igual que en mi sueño, ese caballero no tenia rostro, en lugar de ello habían pintado un espacio negro que se difuminaba con la capa del mismo color, que, si no hubiese tenido matices por la iluminación hubiese sido imposible diferenciar.
Su rostro era como un agujero negro, toda luz, toda claridad quedaba anulada en ese espacio.
Ahora que podía encontrar conexiones entre unos sueños u otros ejercité la memoria y busqué en mi subconsciente el sueño que había tenido ese mismo día, el que había turbado mi tranquilidad en el tren y en el que, por primera vez, aparecía el nombre de Horla como un elemento a ser recordado.
En mi pesadilla había llevado uno de esos trajes que colgaban en el armario, recuerdo que todo empezaba en una canoa en mitad de un lugar utópico, en el que una bandada de cuervos me llevaron hacia una muchedumbre enfurecida y después ese tal Horla, ese caballero misterioso sin rostro alguno, me salvaba de  la furia de esa gente que gritaba mi nombre y alzaban sus antorchas contra mí.
Ahora sin embargo, tengo este sueño de apariencia tan tranquila, en el que me encuentro los trajes que lucí en el sueño anterior y un cuadro en el que queda retratada una mujer idéntica a mi junto a "Horla"
Lo mas divertido, loco y peculiar de todo es que soy capaz de conjeturar y reflexionar de mis pesadillas estando dentro de una de ellas como si mi mente estuviese completamente activa, como si en lugar de haberme dormido me hubiese transportando espiritualmente a otro espacio.
La lluvia cesó repentinamente, impregnando el ambiente con la calma mas absoluta, el silencio era brutal, de repente todo aquello que me rodeada, la cama, el cuadro, la cómoda y demás fue desapareciendo hasta que mi mente quedó sumida en la negrura mas espesa y silenciosa de todas y mi consciencia, por fin, se tomó un respiro y dio por finalizada su actividad. Seguí durmiendo impasiblemente.


 • • •

De: marcus.b.987@yahoo.com
Asunto: Creo que merezco información adicional!

He estado recapacitando sobre este proyecto en el que me has embarcado y creo que, siendo tu secuaz y acarreando tales responsabilidades merezco mas información de la que me has dado. Así que te plantearé las dudas que me han surgido sobre este plan tuyo.
¿Por qué envías a tu hija a M'er Far, casi obligándola y después me haces ir a su búsqueda para enseñarle un diario que podría haberle hecho retroceder?
¿Que interés tienes en que tu hija vaya a M'er Far, y si tienes interés, porqué me hiciste enseñarle el diario?
No entiendo nada. Estoy empezando a sentirme confuso y algo trémulo, no sé en que me has metido.
Contéstame lo mas rápido posible. Si no, no quiero seguir siendo cómplice tuyo.
Marcus.

Simone vaciló delante de la pantalla de su portátil. Acababa de amanecer y había encendido el ordenador fugazmente, esperando ansiosa un e-mail de Marcus trayendo buenas nuevas. Pero las nuevas no tenían nada de buenas.
Marcus buscaba una justificación, una explicación. Pero ella no podía dársela, no podía explicarle todo lo que se escondía tras aquellas decisiones, aquellos actos.
Lo único que sabia era que, después de leer el diario de Marcus, conociendo a su hija, si Ligeia no fue capaz de escapar es porque inconscientemente su alma la arrastra, la atrae a M'er Far como un imán.
No cabe duda de que estaba en lo cierto. Es ella.
El reloj vuelve a llenarse de arena.


 • • •

M'er Far me ha demostrado más rápido de lo que me esperaba el clima frío y húmedo que tan bien describió Marcus en su diario.
Al amanecer esta mañana el cielo ya estaba cubierto por un cúmulo de nubes, la niebla que se extendía hacia el horizonte era tan espesa que ni tan solo la luz del sol podía traslucirse, atisbarse entre esa denso manto gris que lo cubría todo.
Al salir de la cama he notado el frío glacial calar mis huesos, el termómetro que el hermano de Annelyse tiene en su cuarto -que es en el que me he instalado- marcaba 1 grado positivo y 34 grados Fahrenheit.
Aún no había vaciado mi maleta, así que prácticamente desnuda he tenido que salir del cobijo cálido de las sabanas para rebuscar en ella algo calentito que pudiera hacerme entrar en calor en un día como ese.
Había dormido demasiado bien, tratándose de alguien como yo que siempre tiene problemas para conciliar el sueño, pero recordaba algo que había turbado mi descanso, y, como si de diapositivas se tratase, una serie de imágenes empezaron a pasar frente a mi, y pronto recordé. Había tenido otro de mis insólitos sueños esa noche.
Zarandeé la cabeza, no era momento de cavilaciones sin salida.
Recogí mis rizos en una cola mal hecha y me enfundé en un jersey de lana gris oscuro y unos pantalones pitillo de color negro.
Era mi primer día en M'er Far.
Annelyse abrió la puerta de mi cuarto, sin repararse en llamar para saber si estaba disponible, le dio una calada a lo que deduje que sería el primer cigarro de muchos al día y me saludó con un desganado ademán.
- ¿Has dormido bien?
Preguntó arqueando las cejas. Se podía deducir que la pregunta era por mera cortesía.
- Pues si.
Esbocé una sonrisa falsa e hice deprisa la cama para bajar con ella a la cocina.
Annelyse tenia un aspecto desmejorado por las mañanas, era de una palidez detergente y los ojos se le veían caídos enmarcados por esas ojeras moradas que le rodeaban el ojo como un antifaz, tenia bastantes imperfecciones, espinillas, puntos negros, marcas de expresión... El típico rostro de una persona que no se cuida a si misma y se maquilla en exceso.
En la cocina Annelyse se sirvió un vaso de leche y me ofreció que me sirviera yo misma de lo que me viniera mas a gusto, tenia un semblante que transmitía cansancio, hastío tal vez.
- ¿Te puedo hacer una pregunta?
inquirió clavando si mirada en mí.
- Si..claro.
respondí algo cohibida por la dureza de su expresión
- ¿Que te ha llevado a venir aquí?
De todas las preguntas que podía hacerme da a escoger la que menos sabría contestarle.
- Pues, me estaba agobiando de estar en la ciudad, eso es todo. He querido viajar, experimentar cosas nuevas.
estalló a carcajadas frenéticas.
- ¿Experimentar cosas nuevas, aquí? ¡Dios mío, ojala tuviese el suficiente dinero como para mudarme a una gran ciudad!
Desvió la mirada hacia la ventana que escrutó con melancolía.
Como el silencio pareció alargarse aproveché esos momentos de calma para analizar bien la cocina y descubrir que, como bien sospechaba, Annelyse no era demasiado detallista en lo que a decoración del hogar se refiere.
El mobiliario estaba algo gastado, deteriorado y la pintura levantada, el mantel no hacia juego con las cortinas, ni los adornos ni nada que pudiese servir como decoración, más bien eran de colores y estampados tan diferentes que ni a un daltónico se le hubiese ocurrido semejante mezcla de tonos y texturas.
Nosotras estábamos sentadas en la mesa, ella con la vista fija en la ventana cavilando hondamente, y yo sentada observando todo minuciosamente, cada detalle de la casa y de su comportamiento me hacían poder atisbar mejor el carácter de mi casera.
- Bueno -intenté romper el hielo- ¿Que soléis hacer aquí?
Perturbé la calma de Annelyse que volvió súbitamente su rostro hacia mí.
- Tú no sé, yo tengo que irme a trabajar.
Dejó su vaso de leche en el fregadero.
- ¿De qué trabajas?
- Pues trabajo en una editorial de Bullyak. Bueno Ligeia, aquí te quedas.
Se enfundó en un anorak, unos guantos dobles de lana y en una bufanda y me dejó a mi allí, preguntándome que diablos podría hacer para pasar el día.
Dios mío -me dije- Si mi casa ya se me caía encima, esto va a ser el acabose.
Pero por otra parte podía saciar mi curiosidad y inspeccionar esta vez sin disturbios la habitación del hermano de Annelyse.
Y así lo hice, subí aquellas empinadas escaleras de caracol y cerré con pestillo -por si acaso- la habitación grande y espaciosa en la que yo ahora era la ocupa. Estaba pintada de un color verde oscuro que transmitía mucha calma, las paredes adornadas con algún póster de algún grupo de música que no conocía y un cuadro de Munch, la cama estaba justo debajo de la ventana y me alivió bastante ver que los criterios decorativos de este chico eran algo más coherentes que los de su hermana, el edredón era de un verde oscuro y los cojines blancos, alternaba el blanco y el verde y los combinaba a la perfección. El escritorio, escrupulosamente bien recogido tenia tres cajones. La curiosidad caló en mí y pasé a cotillear el primero.
En él había una libreta de poemas escritos con una preciosa letra cursiva y otra más pequeñita llena de notas y apuntes. Dentro de este cajón, también, guardaba un montón de cartas las cuales ya no abrí por educación.
En el segundo cajón tenía todos los libros de texto, Literatura Universal, Estudio de la Poesía, Historia Británica....
Tuomas Westerholt
A pié de la primera página de todos los libros de texto encontré esa signatura, así que el apuesto y cultivado hermano de Annelyse se llamaba Tuomas.
No sé porqué tenia la sensación, había intuido que su nombre era algo así antes de verlo escrito, era extraño, una especie de premonición sin pies ni cabeza.
La iluminación de la habitación incrementó notablemente, al alzarme descubrí que la atmosfera se había despejado y por contra brillaba un sol tenue, apagado, que se escondía continuamente entre las nubes y volvía a salir después graduando así la iluminación de el pequeño pueblo.
Me asomé por la ventana, el pueblo estaba desierto, desnudo de muchedumbre alguna, el viento soplaba solo sin tener a nadie a quien golpear, los cuervos graznaban ferozmente, retumbaba desde el cementerio. Y, otra vez, para la desgracia mía, volví a atisbar desde la lejanía, sobre el monte en el que se alzaba el cementerio la figura enorme, abominable de algo con la silueta de un lobo, de algún animal no catalogado, de apariencia descomunalmente imponente.
Sus ojos volvieron a penetrar dentro de los míos y una luz rojiza, de un rojo intenso emborronó mi campo de visión, ese animal desprendía una luz de su mirar que parecía poder poseer tus sentidos, y de repente me sentí hipnotizada, embriagada por la tranquilidad, libre de toda turbación.
Esa especie de conexión mística se esfumó y volví a recobrar consciencia al sentir el estridente sonido de un teléfono.
Su búsqueda me llevó a bajar hasta el comedor, en la diminuta pantalla señalaba un número de móvil. Cavilé sobre si era buena idea cogerlo, si a Annelyse le sentaría mal, pero finalmente la curiosidad salió victoriosa y acepté la llamada.
- ¿Hola?
Respondí con la voz entrecortada.
- ¿Anne?
 Inquirió una voz masculina, tremendamente viril.
-¿Anne?
Volví a preguntar yo.
-¿Y tú quien cojones eres?
Preguntó de  manera muy poco ortodoxa.
- Me llamo Ligeia y me estoy hospedando aquí ¿Quien eres tú?
- Me he equivocado -ahora parecía sorprendido- ¿No vive aquí Annelyse?
- Si, si, perdón, es que por Anne no lo he entiendo, si vive aquí, aunque ha salido a trabajar ¿Quien eres tú?
Se hizo un silencio a través del auricular.
- Dile que le ha llamado su hermano, que me llame, es urgente. Adiós.
Ese adiós sonó brusco, frío, grosero, insolente. Me había hecho una idea diferente de la personalidad de este tal Tuomas después de tanto indagar en sus gustos, rebuscar en su habitación.
Urgente.
No sé porqué sentía que esa urgencia era de mi incumbencia.
Al apartar esa idea de mi mente me inundó otra, el animal anterior. ¿Habría alguien mas en M'er Far que hubiese visto a ese ser sobrenatural, era mi consciencia que pretendía aturdirme, estaba perdiendo la cordura como Marcus profetizó que pasaría?
La casa se me estaba cayendo encima, así que, aún sin saber si el remedio no sería peor que la solución, agarré el abrigo y me enfundé en él. Daría una vuelta por M'er Far, quería encontrarme con alguien, convencerme de que todo era normal, que todo podía ser posiblemente de mi mente.
Al poner el primer pié en la calle sentí un frío glacial que pareció recorrer toda mi medula y penetrar en mis huesos. Me abroché la chaqueta y me intenté cubrir la garganta con esta -maldita sea, debí traer una bufanda- al ver que las manos en menos de un minuto habían alcanzado una temperatura muy baja las protegí en mis bolsillos y avancé como una sombra en ese día nublado, el sol había desaparecido y la niebla se divisaba aún en el horizonte, de hecho el olor y esa sensación de pesadez seguía en el ambiente.
Las calles estaban vacías, alguna casa se veía iluminada ligeramente pero la mayoría emanaban una tenebrosa oscuridad y las paredes protegidas por las persianas bajadas a su tope.
Del único lugar que parecía emanar algo de calor era de la taberna del pueblo, que se oían los chillidos de la muchedumbre de pueblo conversar entre ellos, una luz cálida y un interior concurrido, pensé que tal vez sería la solución para pasar el día en compañía.
Al abrir la dura puerta esta hizo un estridente chirriar que no dejó indiferente a nadie, al entrar me encontré con un lugar concurrido en que las mujeres que antes oía mantener una conversación animada ahora me escrutaban duramente y con un montón de hombres de diferentes edades que habían pausado su conversación para, con la jarra de cerveza en la mano, escudriñarme con un semblante de desaprobación.
Me miraban a los ojos fijamente cual si pudieran ver mi alma.
Y al sacarme la capucha y dejar a la vista mis tirabuzones rojizos a una de las mujeres se le cayó la taza de té al suelo y todo el mundo como si de un complot se tratara adoptó un semblante de estupefacción.
Entonces, en esa paradójica situación, recordé el diario de Marcus y pude empatizar con esa sensación que él tan bien describía, de sentirte vigilado, como algo extraño en un ambiente insólito, un lugar que estaba hace cinco segundos embarcado en un montón de charlas y risas y que, a partir de mi entrada triunfal se había quedado petrificado en el silencio, en el sino sinsentido.
- Bu-buenas.
Ese fue mi intento de saludo.
El tabernero me ofreció un taburete y tomé asiento al lado de un gordo ebrio que retomó su jarra y bebió como un verdadero puerco, la cerveza se le derramaba de las comisuras de los labios y se deslizaba por sus infladas y coloradas mejillas hasta que caía sobre su camisa ya llena de lamparones amarillentos.
Sus ojos rojo etílico me miraban de reojo al igual que el otro caballero, aunque el de mi otro lado era algo mas educado, bebía correctamente y le daba largas a la cerveza, tenia una expresión taciturna, pensativo miraba la cerveza, sin decir nada, despojado de expresión, hundía su mirar en ella y se lamentaba con suspiros ahogados.
Supuse que se trataría de hastío de vida.
Las mujeres, aunque no con el mismo desparpajo que antes, retomaron sus charlas y de vez en cuando me miraban todas a la vez, obviamente porque estarían hablando de mi y las habían educado tan óptimamente que sabía guardar sus modales.
Las maldije en silencio.
Aquella taberna manifestaba el paso del tiempo en sus carteles, anuncios de bebidas de 1887, carteles de Absenthine en los que aparecía una hada verde abrazando a la copa de absenta, otros como el de Anís del mono etc...
El caballero mas correcto pagó la cerveza y algo airado abandonó la taberna dejándome ahora al lado del otro mas ebrio que parecía tener todo el día por delante para optimizar mas su estado ya de por si difícilmente superable de alcoholismo absoluto.
¿Esto era un pasatiempo, de verdad?
Pronto abandoné la taberna, tanta mirada posándose sobre mi persona estaba empezando a intimidarme en exceso.
En el horizonte atisbé, alejándose lentamente con la mirada clavada en el suelo, al anterior caballero y pude observar como volvía el rostro y me escrutaba hondamente, fue algo impactante, es decir, tenia una melena larga, desproporcionadamente larga y hecha unas ondulaciones perfectas, tan perfectas que parecía que se hubiese entretenido en ondulárselo con planchas, llevaba un monóculo en el ojo izquierdo y vestía como si surgiese de otra época, enlutado y con un sombrero de copa baja.
Pero no fue lo mas asombroso de todo, lo que más me impactó fue su mirar, una mirada profunda, penetrante, que clavó sobre mi persona y mantuvo varios instantes tan descaradamente que intuí que quería que supiese que me estaba observando, incluso llegué a pensar en saludarlo, en dirigirme a el, pero mientras estas ideas rondaban por mi cabeza, se colocó correctamente el sombrero y con un bastón en la mano retomó camino dejándome a mí atrás sumida en la incertidumbre.
¿Como podía pasearse este hombre por las calles de un pueblo en pleno siglo XXI y no llamar la atención del vulgo? Lo más extraño de todo es que en la taberna no me había llamado la atención, tampoco me había fijado demasiado pero creo que ante tal espécimen hubiese puesto mas atención.
Hecha un mar de dudas avancé ahora por la calzada desierta de muchedumbre, no sabía a donde ir, tenía medio día por delante y no sabia a que dedicar mi tiempo, así que, por lo menos, para amortizar el viaje, caminé sin destino por las calles de M'er Far, almenos  para empaparme de espacios diferentes a los urbanos.
No sé como, pero sin querer, tropecé con la puerta del cementerio que se abrió emitiendo un chirrido muy molesto producto de la oxidación,  allí se alzaba el cementerio de M'er Far en toda su magnificencia, la de miles de almas que deben haber vivido en constante y eterno castigo en este pueblo y que, por fin, han estado librados de tal carga para descansar eternamente en paz.
Mi abuela, por ejemplo.
Avancé la dura cuesta arriba rodeada por los abetos y los cipreses, por los decorados y solemnes mausoleos y sintiendome observada por estatuas de piedra que representaban a ángeles sentados, con un semblante angustiado o una posición de reflexión o hastío.
Se respiraba la mas sobrecogedora solemnidad, incluso el viento parecía en este recinto soplar con mas respeto.
Entre aquella inmensidad de nichos no tenía ni la menor idea de en cual de ellos yacería mi difunta abuela, y la situación de por si ya era lo suficientemente incomoda como para alargarla mas.
El graznar de los cuervos que me oteaban desde los cipreses estaba crispando mis nervios
La sangre de repente, dejó de discurrir en mis venas, el aliento se ahogó, se fundió con el aire, desapareció, no sentí el corazón palpitar, todo pareció inmóvil.
Frente a mi apareció la misma figura, era aquel lobo, aquel ente sobrenatural que se acercaba a mi con parsimonia, bajando la empinada colina.
Otra vez esa luz rojiza volvía a cegarme ¿Que diablos era, un demonio tal vez o un gradual ascenso hacia el mundo de la locura?
Todo pensamiento, mi propia consciencia, quedó pausada, desapareció, se esfumó, dejé de sentir que pensaba y dejé de pensar que sentía, solo sé que debí caer al suelo inconsciente porque noté algo duro golpear mi cabeza y, antes del desvanecimiento total el rostro de aquel caballero estrambótico que había posado notablemente sus ojos sobre los míos pasó ante mí como una diapositiva fugaz.
Fueron sus ojos, su mirada alumbrando la oscuridad, lo último que vi antes de perder toda consciencia.


 • • •

Annelyse se mojó los labios sentada en la oficina. No tenía nada que hacer, había acabado antes de tiempo sus labores y ahora barría el espacio que la envolvía con la mirada con el fin de dar tregua a su aburrimiento, pero nada parecía saciarle.
Por puro azar el teléfono de su oficina empezó a vibrar.
- ¿Si?
Inquirió al acercarse el auricular al oído.
- Anne.
Sonó la voz cortante de su hermano a través del auricular
- Tuomas, que gran honor ¿Que le sucede caballero?
Respondió sarcásticamente.
- ¿Puedes mirar a que fecha estamos?
Annelyse puso el ratón del ordenador sobre la hora y miró el día y el mes.
- 21 de Diciembre ¿Por qué?
- Porqué tengo vacaciones, vuelvo a casa.
Annelyse no pudo reprimir un chistido de fastidio, el don perfecto de su hermano volvía a casa.
- He metido a una chica en tu habitación, se llama Ligeia ¿Donde la meto cuando vengas tú?
- Ya sé que has metido a una ocupa en mi habitación, que vaya al sofá cama.
Y colgó sin ni siquiera despedirse.
Annelyse hizo una mueca de fastidio y colgó de un golpe brusco el teléfono. Después esbozó una sonrisa de resignación y dijo para sus adentros.
" Así que Tuomas, vuelves a casa"


 • • •

Nada mas abrir los ojos me encontré tumbada sobre la colina del cementerio, a escasos centímetros de donde recuerdo caer la última vez.
Parecía que había pasado una eternidad, que llevaba durmiendo centurias.
Solo pude captar el paso del tiempo en que el cielo estaba perdiendo ese ligero matiz soleado para ir adquiriendo un azulado que sucumbiría en el anochecer.
Al intentar incorporarme no pude reprimir un quejido, me dolían todos los huesos, sentía un malestar general horrible. ¿Que había pasado en estas horas de sueño?
Recordé para mi desgracia la silueta del lobo, del caballero y seguidamente cuando caí inconsciente.
Había estado todo este letargo a merced de un lobo de mirada diabólica...
Lo que no lograba entender era a santo de que mi mente había enlazado ese hecho con el recuerdo del caballero de la taberna, solo sé que ambas miradas habían calado en mi de un modo muy similar. Me estremecí nada más recordarlas.
Como pronto caería la noche y no quería seguir allí ni un segundo más, abandoné el cementerio y resguardándome en mi abrigo salí de ese recinto sagrado encontrándome otra vez envuelta en las rurales calles de M'er Far.
Cruzando con lentitud la acera se acercaba una viejecita apoyada en un bastón, me sorprendió percatarme que se dirigía hacia mí. Aguardé desconcertada.
- ¿Puedo ayudarle en algo?
Quise parecer educada una vez vi que detuvo su avance frente a mí.
- Vete de aquí.
El corazón me dio un vuelco. Era la famosa ancianita ciega.
- ¿Disculpe?
Frunció el ceño y me fulminó con la mirada.
- Que te vayas ¡Es todo lo que el pueblo quiere! ¿Por qué vuelves, que te hemos hecho?
No puedo expresar con palabras la magnitud de mi asombro.
- Creo que no entiendo.
Titubeé y aguanté la respiración. Era una mujer menudita de media melena blanca, una piel marmórea y unos ojos blancos penetrantes que parecía, por imposible que fuese, que te estudiaban intensamente.
- ¿Donde estas, quien te hospeda?
Inquirió empleando un tono autoritario.
Se hizo un silencio, mi orgullo me impedía contestar a pregunta tan descortésmente formulada.
- ¿No te han enseñado a contestar a tus mayores maldita bastarda?
Ese último comentario crispó mis nervios, la anciana clavaba en mi su mirada enfurecida como si pretendiese intimidarme.
- No pienso contestarle, usted me ha insultado de todas las maneras posibles, disculpe señora, me voy.
Y me hice a un lado pero aquella anciana me impidió el paso y esta vez frunció el ceño dedicandome una airada mirada y una mueca de disgusto.
- ¿Nunca nos vamos a deshacer de los Middelhauve, es que me tengo que deshacer de ti como de tu maldita abuela?
Mi pecho se cargó, se lleno de plomo. No puedo expresarme, estoy carente de vocabulario. Algo más intenso que la ira, que el odio en su estado puro fue lo que suscitaron en mi esas palabras.
- ¿¡Que ha dicho!? -grité y agarré a la anciana de su abrigo de piel- ¿Que le hizo a mi abuela exactamente, la mató? -la zarandeé fuertemente, mis instintos asesinos iban incrementando hacia aquel ser, porqué no debía tratarse mas que de un demonio.-¡Conteste maldita bruja chiflada!
Pese a que estaba en clara inferioridad física no borró esa maldita sonrisa de superioridad de su arrugado y decrépito rostro.
De repente sentí la intensidad de una luz rojiza tras de mí y por lo visto la anciana también lo vio ya que miró a través de mis hombros.
Giré un segundo el rostro tal vez esperando la mirada penetrante del lobo que ya llevaba desde mi llegada torturando mi cordura pero al torcer un momento la cabeza esa luz intensa había desaparecido, tras de mí  no había nadie, ni nada.
Al girarme de nuevo pude contemplar una escena que dejó mi corazón al borde del paro cardíaco. La señora tenia un cuchillo afilado cuya hoja brillaba como la luz plateada de la luna y, tras ella, sujetándole la mano para impedir, probablemente, un intento homicida hacia mi persona, el mismo caballero extravagante que había desaparecido en la taberna.
El caballero se cubría los ojos con unas gafas de montura negra, completamente opacas, apenas podía verle la cara, me fijé en su boca, diminuta de labios finos y en un bigote corto estilo Dalí.
Este vestía igual que antes, con su sombrero de copa negro y un traje algo desfasado pero que denotaban un gusto y una clase propios del alto estrato. El hombre sujetaba el brazo de la anciana, agarró la navaja de la hoja y la lanzó sin fijarse donde caería. Aquella maldita mujer reflejaba en su semblante un terror, un pavor que la dejó petrificada, en la misma posición varios segundos.
- Esta no es forma de tratar a los turistas Dorothy.
La mujer torció el rostro hacia mi salvador y emitió el grito mas desesperado que jamás había oído, una vez se vio liberada de sus garras corrió manzana arriba como alma que lleva al diablo.
Aquel caballero se acercó a mi modestamente y me hizo una reverencia retirándose el sombrero de la cabeza haciendo gala de una elegancia abrumadora y de una caballerosidad impropia de la época en la que vivimos. Mi semblante no podía mas que reflejar el asombro, el desconcierto y la curiosidad que suscitaba en mi este peculiar personaje.
- Mi nombre es Sebastian Kilar ¿Y el suyo señorita?
Mi cerebro tardó varios segundos en captar y procesar la información, aún no lograba salir del aturdimiento.
- Ligeia, Ligeia Middelhauve.





Chapter 4: La melodía del violín


Ahora que estoy en casa sentado en mi escritorio puedo escribir esto con más detenimiento en mi estrenado diario, aún puedo recordar esos larguísimos cabellos morenos que ondeaban con el viento y esa expresión serena mientras interpretaba con suma destreza alguna pieza angelical en su violín teniendo cómo referencia la mas pura y bella elegancia, toda esa imagen bañada por los pétalos de cerezo que caían a su lado cómo si quisiesen darle un toque más solemne a su persona.
No puedo describir cómo me siento, es más cómo si hubiese visto un ángel, o una diosa en mitad de una desierto de soledad, sea cómo sea, no creo que en mi vida haya un ser que puedo impresionarme tanto cómo ella.

Dulce y bella flor.


Lo que me sucedió a continuación me es imposible de describir, la mirada de aquel hombre me había hipnotizado, atrapado a mis cinco sentidos y dejado a merced de su sonrisa torcida. Pero no fue solo eso, había algo más, una especie de magnetismo, su semblante que me resultó extrañamente familiar y sobretodo, su voz, que retumbaba en mi mente como un eco lejano, como un sueño, un recuerdo que vaga por el subconsciente sin llegar a ser atrapado y que no logro situar.
No pude más que sonreír, quería darle las gracias pero cualquier intento de habla humillaría mi dicción.
- ¿Que hace una dama como usted en este pueblo lúgubre y desértico?
Tenía un acento peculiar en el habla, demasiado elegante, demasiado refinado.
- Esa es una buena pregunta, ni tan siquiera yo puedo responderla.
Me asombré de la espontaneidad con la que respondí, sin titubear, sin tartamudear, este caballero había inspirado en mi confianza súbitamente.
- ¿Sabe que creo yo? A veces, cuando no logramos encontrar justificación a nuestras acciones, creo que se debe exclusivamente al azar, el destino ha querido que venga aquí, por algún extraño motivo. Nosotros no somos nadie para detener el cauce que se le ha asignado a nuestras vidas.
Esta reflexión sugirió en mi ideas, elucubraciones diferentes que por mi bien, aplaqué antes de que torturaran mas mi psique.
- Puede que tenga razón.
No se me ocurrió nada más que añadir.
- Oh, por favor, tutéame, llámame Sebastian y ya está.
E inició la marcha, con una mano se apoyó en el sobrecargado bastón de joyas y la otra la colocó sobre mi hombro conduciéndome a andar a su lado.
- Ligeia, que nombre tan bonito, tiene tanta personalidad.
Sonreí tímidamente y andé mirando hacia el suelo por temor de no controlar mis emociones si volvía a posar mi mirar sobre él.
Seguidamente anduvimos en silencio, la conversación fue nula pero me sentí segura a su lado, protegida, como si tuviese una confianza plena en su persona, en mitad del camino volvió a colocarse las gafas correctamente. El sol se estaba escondiendo ya en el horizonte, el crepúsculo apuntaba al ocaso.
- Permíteme que te invite a mi casa ¿Te apetece un té como obsequio por haberme salvado la vida?
Iba a esbozar una sonrisa pero al ver que el adoptaba una expresión de desconcierto no pude evitar reprimir esta.
- ¿Casa, eres propietaria de alguna casa de M'er Far?
Inquirió extrañado.
- No, me refería al hogar donde me hospedo, en casa de los Westerholt, probablemente los conoces.
Asintió inclinando la cabeza solemnemente.
- Lo siento, no quiero parecer descortés, pero debería volver a la mía, prometo volver a verte. Ligeia.
Una oleada de aire helado caló en mi cuerpo cuando pronunció mi nombre, sentí haber vivido eso antes, haber oído mi nombre pronunciado con la misma sensualidad, con esa calidez embriagadora.
Sebastian tras despedirse de mi dobló la manzana y yo, aún algo turbada seguí caminando.
Pero, tras de mí pareció volver a surgir esa efímera luz rojiza de una intensidad que parecía englobar todo el pueblo.
Volví rápidamente la vista y la luz desapareció, la luz y Sebastian que se había volatilizado. No debían haber pasado mas de diez segundos y el ya había conseguido torcer a la siguiente calle.
Incluso el rayo, en el peor de los casos, desaparece con más lentitud.
Aunque Sebastian ya no estaba conmigo, su voz seguía repitiéndose en mi mente, como un eco lejano, como un recuerdo del pasado cargado de ponzoña, y era doloroso a la vez que tierno y me embriagaba a la vez que entristecía sumiéndome así en un estado melancólico incitado por un motivo insólito del cual no podía ni siquiera reflexionar.
Era como si de repente mi corazón se hubiera quebrado y dividido en diminutas piezas.
Estaba en la puerta de casa, aún no parecía haber vida dentro de ella ¿A qué hora volvería Annelyse? No lo sabía, lo único que podía observar era un cielo rojizo que iba anunciando ya la noche y unas calles desnudas, libres de todo transeúnte, asfaltadas vagamente y para colmo, unas casas anticuadas, oscuras, siniestras cuyo interior era mas opaco que un agujero negro.
Metí la llave dentro de la ranura y encendí rápidamente la luz, no quería mas oscuridad, no por ahora.
Como había intuido Annelyse aún no había regresado, aunque me sorprendió bastante puesto que en el comedor había una gran serie de cajas de embalaje. Si Annelyse no había regresado y tras mi marcha eso no estaba así ¿Quien lo había colocado ahí?
Sobre una de las cajas había un papel en el cual figuraba el nombre de una empresa de mudanzas y en este una signatura de un tal Tuomas Westerholt con la que declaraba haber entregado una llave de la casa a la compañía para que pudieran irrumpir en el hogar y dejar las cajas.
Así que Tuomas volvía...
El mismo del que según había visto en su habitación compartían unos gustos muy paralelos en los que a literatura se refiere y que le había contestado insolentemente al teléfono. Un personaje que al principio le había resultado atrayente, no solo por su físico -del cual solo conocía una foto- si no por lo que a gustos se refería pero que, después de tan triunfal llamada, no sentía demasiado interés por este tipo con el cual si mal no intuía tendría sus más y sus menos.
Como me era imposible saciar el apetito curioso no pude contenerme y miré el contenido de una de las cajas, cuan pasmada me quedé no puedo explicarlo pero dentro de la primera yacía un violín majestuoso y su arco correspondiente, el violín era de un color oscuro roble y le realzaban mucho unos gravados más claros que hacían como ondas en la caja de resonancia, al lado de este encontré también una carpeta de un color gris claro que contenía un montón de partituras y que además tenía perfectamente ordenadas alfabéticamente. Se notaba tanto en este detalle como en su habitación que se trataba sin duda de una persona maniática del orden y bastante perfeccionista.
De repente sentí un impetuoso deseo de acariciar el violín, como si fuese el rostro de una persona amada, como si pudiese emanar cierto calor humano de el y acaricié con la yema de los dedos la superficie del violin.
Noté calor humano.
Algo más que calor humano.
Los dedos empezaron deslizarse solos a través de él y pronto me vi hipnotizada acariciando el instrumento, su tacto era tan agradable...pero desprendía algo extraño, algo que me hacía imposible soltarlo, deshacerme de él, y una serie de imágenes, de recuerdos borrosos, de sensaciones de terrible dolor y de amor a la vez empezaron a circular por mi mente.
Creo que debí cerrar los ojos y aun palpando el instrumento empecé a imaginar.
O a recordar, tal vez.
Era yo, me podía reconocer en aquella canoa perfectamente, mi cabello rojo pasión resaltaba intensamente en aquel medio verdoso, en aquel lugar utópico, mi sueño, aquel prado, esta vez pero no iba sola en la canoa si no que me acompañaba un muchacho cuyo rostro por desgracia no podía ver, solo sé que estaba tocando el violín con gran maestría y yo lo miraba boquiabierta.
Sin ser consciente de lo que hacía agarré el arco, apoyé el violín sobre mis hombros y empecé a tocarlo sin ni siquiera oírme, únicamente podía recrearme en la imagen que mi cerebro me estaba regalando.
No sé qué estaba tocando ese muchacho, solo sé que la canción que interpretaba me llenaba de nostalgia, me entristecía, y todo en una quietud sonora.
El ruido de la puerta de la entrada quebró aquel estado de trance en el que había estado sumida.
La imagen del prado desapareció, el muchacho se esfumó y de repente oí el chirriar de un violín y mi mano moverse sola, como por arte de magia. Annelyse me miraba estupefacta en el dintel de la puerta.
- Dios mío, no sabía que tocaras tan bien el violín.
Y el sonido que emití en ese momento fue estridente, chirrió, mis manos dejaron de moverse por si solas, recobré el dominio de mis articulaciones. Dejé el violín en el suelo.
- Es que en realidad, no sé.
Annelyse arqueó una ceja incrédula.
- Te acabo de oír, además, esa canción que tocabas también la interpreta bastante el estúpido de mi hermano.
Esto no podía ser posible, yo no sabía tocar el violín.
Marcus dijo la verdad, M'er Far me estaba volviendo loca, estaba empezando a no diferenciar la realidad, a perder el contacto con mi propia psique, mi cordura se iba disipando como la niebla.
Primero aquel lobo gigantesco, después el extraño caballero llamado Sebastian y sus ropajes de hace dos siglos, después aquella luz rojiza intensa que aparecía y desaparecía, pero sobretodo, hoy en especial parecía estar recobrando recuerdos, sentimientos guardados tan dentro de mí que no sabía ni de su existencia, tal vez porque jamás los había vivido.
Lo único que no podía negar era que, todos ellos habían penetrado en mí con una intensidad abrumadora.
En mi vida había sentido nada que hubiese causado tal efecto en mí, jamás.
- Ligeia ¿Estas bien?
Asentí absorta en mis pensamientos.
Annelyse torció la mandíbula y arqueó una ceja incrédula, me hubiese gustado expresarle mi turbación, poder explicarle esta especie de visión, esta sensación tan extraña. Pero tampoco me entendería...
Intentando encontrar un hilo conductor de tan extraños pensamientos, recordé mi primer sueño en aquel lugar utópico, los cuervos, el castillo y el caballero sin rostro que después apareció en mi segunda pesadilla pintado en un cuadro tras de mí y, ahora, tras tocar este violín mi mente ha creado una imagen sugestionada pero, esta vez, no era el hombre enlutado sin rostro el que tocaba el violín, era otro que desprendía luz, que parecía irradiar bondad y transmitirla a través de las notas que interpretaba en su magnificente instrumento
¿Qué hilo conductor había, si todo se entremezclaba sin tener relación alguna?
Mi mente iba a explotar.
- Cuando te parezca bien puedes bajar a la tierra.
Annelyse me observaba con los brazos en jarras, apoyada en el marco de la puerta.
- He estado...Cotilleando el equipaje de tu hermano.
Le expliqué al ver al final el violín en el suelo y las cajas de embalaje abiertas de par en par.
- Me he dado cuenta. Si se enterase reclamaría tu sangre.
Esbozó una carcajada maléfica.
- Bueno, tal vez al ver tus grandes dotes con el violín se le pasaría un poco...
Annelyse agarró el violín y lo introdujo junto al arco dentro de la caja  y con cinta aislante volvió a cerrar las cajas cual si jamás se hubiesen abierto.
- Será mejor no dejar pruebas, de todos modos es muy observador.
Me encogí de hombros.
- Siempre podemos atribuir la culpa a la agencia de mudanzas.
Annelyse esbozó una sonrisa, seguidamente adoptó un semblante más serio
y clavó en mí una penetrante mirada inquisidora.
- No, ahora en serio ¿Por qué has abierto las cajas, sabias que eran de la mudanza de mi hermano?
Asentí tímidamente.
- ¿Entonces, que esperabas encontrar?
¿Y que le iba a responder, que encontraba a su hermano un personaje enigmático digno de estudio, que el violín me había atraído como el canto de una sirena?
- És un defecto mío, soy muy curiosa.
Aunque pretendía que así fuese no sonó demasiado a disculpa.
- No es un defecto, pero intenta contenerte.
Anne y yo nos sumergimos varios instantes en nuestros pensamientos en una quietud silenciosa, ella observando las escaleras y fruncía el ceño como si de repente se sintiese dolorida y yo aún miraba de reojo la caja que contenía el violín, ahora cerrada herméticamente y que, por mi propia seguridad, no debía volver a abrir, aunque aquel violín suponía una tentación demasiado extraña, me atraía hacia él cual si fuésemos dos polos opuestos, cual si una melodía diabólica disfrazada de canto de sirenia ejerciese cierta fuerza magnética sobre mí, no sé explicarme bien, únicamente mi visión buscaba aquella caja y sentía la imperiosa necesidad de abrirla y recuperar el violín.
Esto debe de ser sin duda un indicio de que, como Marcus profetizó, estoy volviéndome loca.
Aquella quietud se vio irrumpida por un jaleo, un alboroto que parecía proceder de la calle. Se oían muchas voces discutir a gritos y las carcajadas sonoras de una muchacha vivaracha, después se fue acercando el sonido de una moto que estacionó cerca de nuestra casa. Annelyse y yo adoptamos una postura de alerta y, tras apagar las luces del comedor, escrutamos a través de la ventana la calle oscura y sin iluminación.
Habría por lo menos siete chicos y chicas vestidos de negro con chupas de cuero y cabello alborotado, se podía ver desde la lejanía una gran variedad de piercings de colores llamativos y unas mechas vistosas decorando los cabellos. Contrariamente los chicos lucían largas melenas lisas y cuidadas y las chicas cortas y desaliñadas, de un corte irregular.
Una de ellas manipulaba una bolsita cargada de hierba que lió dentro de un papel y, tras esto, encendió con el mechero y empezó a fumar.
Otro muchacho de larga melena rubia y ondulada sacó un revólver y apuntó a nuestra casa vecina, la cual yo no sabía por quien era habitada.
A través de la ventana podía escudriñar el moverse de sus labios pero el grosor del cristal me impedía poder escuchar lo que se decían, una de ellas, la que fumaba parecía haberse frustrado o enojado, otros chavales sacaron de una bolsa herramientas muy peculiares y se dispusieron todos, la fumadora rezagada, a forzar la puerta y entrar dentro del hogar de la vecina de Annelyse.
- Son los Growning, aquella banda de adolescentes camorristas que se dedican a robarnos.
Me informó Anne aunque yo ya lo había deducido nada más verlos.
Acto seguido volvió a aparecer, esta vez no lo vi solo yo pues la chica fumadora se giró aterrorizada y el semblante de Annelyse pasó a reflejar sorpresa, más que sorpresa terror y expectación a la vez.
La luz rojiza, aquella luz de un rojo intenso que podía alumbrar a todo el pueblo, incluso nuestro comedor se vio bañado por este resplandor cegador. Annelyse volvió la vista a mi completamente aturdida y la chica rezagada, la camorrista fumadora emitió un chillido tan estridente que incluso nosotras pudimos oírlo, tras esto toda la banda salió y quedaron en la puerta atónitos observando aquella luz.
No fue simplemente la luz lo que había dejado estupefactos a los malhechores, Anne y yo contemplamos como la silueta de un lobo de gigantescas dimensiones se acercaba hacia ellos amenazante, eran sus ojos, los ojos de aquel animal que yo tan bien conocía los que proyectaban aquella luz tan intensa, el lobo gruñó y aulló tan estridentemente que los cristales y el suelo empezaron a temblar, probablemente todo el pueblo se pondría en pié tras oír ese aullido tan atroz.
- ¿Que diantres es eso Ligeia?
Solo pude emitir un chistido -Como si yo lo supiera- pensé mientras no apartaba la vista de la ventana.
El lobo volvió a aullar, esta vez como si los echase, como si pretendiese aterrorizarlos y que huyeran, y, realmente, lo consiguió. Sin acercarse ni a un milímetro de él los Growning salieron como alma que lleva el diablo olvidando las herramientas, la moto y un montón de pruebas mas que pudiera incriminarles, aunque en aquellos momentos dudo que les importara lo mas mínimo.
El animal enorme volvió la vista hacia la ventana. Impactante, cierto como lo explico, clavó la vista en Anne y en mí particularmente y adoptó un semblante mas benévolo, si, su rostro, pese a tratarse de un animal que en teoría es inexpresivo nos miraba como con compasión. Creo que Anne se desconcertó más que yo, que ya había visto varias veces a este espécimen inclasificable acaso engendro de las tinieblas, hijo de la oscuridad, del averno, discípulo o sirviente de belcebú.
Los ojos de este animal dejaron de proyectar esa luz rojiza cegadora dejándolo todo en la mas obsoleta oscuridad, su cuerpo fue desapareciendo transformándose en una niebla rojiza algo translucida que se fue disipando, se volatilizó rápidamente hacia el horizonte. Desapareció.
La calma volvió a inundarlo todo.
- Annelyse... -irrumpí aún sin ser capaz de apartar la vista de la ventana- ¿Quién es el propietario de la casa de al lado?
Anne tragó saliva sonoramente y, agachando la cabeza, y tartamudeando al principio dijo en un susurro:
- Esa casa era el hogar de Shirley Autumn, tu abuela.

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De: marcus.b.987@yahoo.com
Asunto: Me estoy impacientando.

Simone, este tema está empezando a sobrepasarme.
Te envié un correo como bien sabrás en el que te pedía que me explicases bien de que va esto, pero tú no lo has hecho.
He estado recapacitando e intentando esquematizar mis quehaceres y las labores que me has encomendado pero no logro encontrar conexión entre ellas. Me has pedido cosas completa y absolutamente absurdas.
Primero: No logro comprender por qué has enviado a tu hija a M'er Far sabiendo que en ese pueblo lo extraño es salir con un mínimo de cordura -si es que sales-
Segundo: Aún sin entender eso, me pregunto porqué me hiciste enseñarle un diario en el que explicaba los horrores de ese pueblo ¿Y si se hubiese asustado, y si hubiese huido? No tiene sentido, es contradictorio.
Tercero: Permíteme la osadía pero creo que esto tiene algo que ver con la famosa Legenda de Horla, apenas sé de esto y no logro encontrar documentos, además aquí en Bullyak no quieren informarme de nada que haga referencia a M'er Far. De todos modos me documentaré del tema.
Bueno Simone, espero tu respuesta en un plazo de 24h, si no respondes obviaré el tema y no seré participe de este plan tuyo, por lo que me desentenderé absolutamente de Ligeia.

Marcus.

Pd: No me ha enviado ningún e-mail todavía.

Hora: 23:30

De: simone_Middel69@yahoo.com
Asunto: Relájate Marcus!

Estimadísimo Marcus.
Quiero pedirte para empezar mis más sinceras disculpas por el tiempo de demora pero he estado ocupada con ciertos asuntos personales y no he podido acceder a internet.
Tus dudas son muy razonables pero lamentablemente no puedo responderlas todavía y, es más, te agradecería infinitamente que no indagaras en el tema de la leyenda de Horla.
Veamos, lo único que pido de ti es información, simplemente que me mantengas informado de si Ligeia sigue con vida y de lo que le suceda en el pueblo, me gustaría ponerme en contacto con ella pero tengo cierto terror. Terror a sentirla llorar rogándome salir de ese pueblo, terror a que sienta nostalgia y yo me sienta una madre horrible y rastrera que no pueda protegerla.
Estoy horriblemente dolida, tras todas mis acciones se esconde un asunto muy complejo, muy serio,  terriblemente peligroso y de una importancia crucial para la dinastía familiar.
Créeme que lamento no poder darte más información estimado amigo. Espero que nuestros lazos no se rompan por una tontería así.
Simplemente ves enviándome mensajes con las nuevas de Ligeia.
Mi afecto y mis agradecimientos.

Simone Middelhauve.

Hora: 00:04


De: LigeiaMiddelhave@hotmail.com
A: marcusb.987@yahoo.com
Asunto: Creo que tenías razón

¡Hola Marcus!
Buaaa... Cuantísimas cosas tengo que contarte.
¿Cuándo fue la última vez que te escribí?
No tengo ganas de mirarlo.
Veamos, como me dijiste creo que M'er Far me está volviendo loca, está consumiendo mi cordura fugazmente y tengo cierto temor a que siga este ritmo. Y no es la gente con sus supersticiones, si no que estoy empezando a tener visiones, alucinaciones y sueños peculiares que encajan y desencajan, que enlazan y rompen el lazo. No sé si me explico. Es como si yo sola, sin ayuda de nadie estuviese desconectando de la realidad para hacer un viaje a través del tiempo, a otro mundo y para colmo recobrando recuerdos que estoy segura que no he vivido. Es todo tan complejo...
Por otra parte en casa de los Westerholt bastante bien, Annelyse es una muchacha muy simpática y bastante normal.
Además en la taberna creo haber hecho algún amigo. De esto te informaré mas adelante.
Ah, por cierto, te hará gracia pero la ancianita ciega de tu diario -que se llama Dorothy- intentó matarme ayer alegando además que ya había matado a mi abuela. No sé qué pensar de todo esto, estoy tan confusa y el sueño me está empezando a vencer. Mi mente ya no funciona como es debido.
Ahm y no he terminado, hay una pandilla de camorristas en M'er Far llamados Growning que han intentado robar en casa de mi difunta abuela.
Bueno, que esto ya es ahondar demasiado y el sueño me va a impedir expresarme como dios manda.
Espero que contestes mi e-mail como siempre, eres un gran confidente.

Ligeia

Hora: 1:26


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Desperté.
Fuera estaba lloviendo, lo oía, lo oía con una intensidad molesta. Más que el tintineo de las gotas, el caer de una lluvia furtiva que parecía querer traspasar el tejado y arrasar con todo lo que entorpeciera su paso.
Al abrir algo más los ojos y dejarlos entornados pude encontrarme en mi habitación -bueno la de Tuomas-, el ambiente era grisáceo como siempre cosa bastante normal teniendo en cuenta que el día de hoy parecía anunciar una lluvia que no tendría intenciones de cesar ni amainar por lo que estaba oyendo.
No recordaba cuando me había acostado, lo único que mi mente almacenaba de la noche anterior era el intento de robo de los Growning en casa de mi difunta abuela frustrado por aquel lobo tan peculiar y que parecía que en todo el pueblo únicamente lo había visto yo en varias ocasiones.
Zarandeé la cabeza, no podía estar mas desconcertada.
Mientras me calzaba y vestía alguien llamó a la puerta tímidamente.
- ¿Estas despierta?
susurró Anne al otro lado de la puerta.
- Si, pasa.
Al abrir me encontré con una Annelyse enjuta en un chubasquero sobre un anorak de piel, unos guantes y un gorro de lana de color rosa y en los pies unas botas de agua de un color  amarillo canario -sin duda esta muchacha no sabía combinar la ropa- En la mano, por si de protección llevaba poca, un paraguas gris que aparentaba haber recibido bastante trote.
- Me voy a trabajar. Siento dejarte sola.
Me lanzó una mirada cargada de compasión.
- No te preocupes, merodearé por el pueblo para variar.
Sonreí amablemente, era la primera vez que atisbaba en Anne preocupación hacia mi persona.
- Bueno, ten cuidado sobretodo. Mejor no vuelvas a la taberna.
Y antes de que cerrase de nuevo la puerta inquirí:
-¿Porqué? -Apenas pude disimular mi fastidio-
- Porqué después de lo de anoche el ambiente va a estar caldeado y allí es donde se reúnen a debatirlo todo. Mejor mantente al margen.
Hice una mueca de fastidio.
- Bueno esquimal...Espero que todo vaya bien.
Ahora esbocé una sonrisa pícara y maliciosa.
- Menos guasa. Tú estás muy calentita porqué he puesto el termostato pero en la calle debemos estar a bajo cero, hace un frio horrible.
Volví la vista hacia la ventana.
- ¿En ese caso la lluvia no se tornaría nieve?
Anne negó con la cabeza.
- No siempre que se está bajo cero tiene necesariamente que nevar influyen varios factores como la presión atmosférica, el viento los...
Chisté silenciándola.
- Ya...Ya puedes dejar la clase de meteorología.
Anne se despidió definitivamente con la mano y cerró la puerta dejándome otra vez sola a merced de mis pensamientos.
¿Qué haría sin poder salir de casa? Si la lluvia no amainaba tendría que permanecer todo el día clausurada sin ningún tipo de compañía.
Sentada en la cama, sin saber que diablos poder hacer empecé a sentir no solo la ráfaga de lluvia si no también el tik tak del reloj marcar el paso de cada segundo, un tik tak que resultó fastidioso cual si estuviesen acuchillándome el cerebro.
Pero el paso del tiempo es algo imperturbable y se manifiesta de todas las formas posibles.
Tú solo eres un títere de su transcurso.
Me levanté de un brinco y me dirigí aprisa en busca de la fotografía del hermano de Annelyse.
Tuomas, aquel muchacho insolente y descarado de cara angelical, piel blanquecina y rostro enmarcado por un cabello castaño cortado en media melena y ojos marrón caramelo grandes, redondos y de una profundidad insondable.
Era solo una corazonada pero intuía que aquel muchacho era el que había imaginado en mi estado de trance tocando el violín, si, sin duda aquel joven vestido de blanco que parecía irradiar bondad e interpretaba como un ángel se trataba de Tuomas.
Había imaginado al hermano de Anne en un estado de sugestión y, para colmo, yo había interpretado inconscientemente la pieza haciendo gala de una habilidad que no poseo. Jamás había tocado el violín.
Para mi sorpresa la lluvia pareció amainar un poco tornándose así llovizna ligera, apenas se oía el tintineo de las gotas.
Aunque había dado mi palabra a Annelyse sentía la tentación de acercarme a la taberna, no por los rumores del populo que me traían sin cuidado si no movida por la esperanza, por el deseo de poder encontrarme de nuevo con Sebastian y entablar una conversación.
Aquel hombre parecía dominarme, embrujarme con sus mirar y aturdirme con su voz. ¿Era sus ojos tal vez? Aquella mirada de un azul profundo que parecía más bien el espejo de su alma, pura y nítida ¿O era su voz? Más que una voz un susurro en el espacio, una nana que adormila porqué inspira una confianza impropia de una persona desconocida y sobretodo que tenía la extraña sensación de que todo aquello que me suscitaba ya me era familiar.  Como si Sebastian y yo nos conociésemos de toda la vida.
Solo sé que sentía la imperiosa necesidad de volver a verle, de sentirle pronunciar mi nombre con aquella sensualidad.
Producto del aburrimiento tal vez decidí ignorar la advertencia de Anne y me enfundé en un abrigo de piel. una bufanda gruesa de lana y unas botas de piel también, todo de colores que oscilaban entre el marrón y el ocre.
Salí de casa y tal y como Anne me había informado, el frío era glacial y el viento golpeaba con una fuerza desmedida que hacía que el frío calara en tus huesos. Mis cabellos se alborotaron y se distribuyeron por mi rostro reduciéndome en ocasiones el campo de visión.
Las calles, como era comprensible, yacían desiertas. La mayoría de negocios como la zapatería y el pequeño supermercado habían puesto el cartel de cierre.
Me pregunté si la taberna estaría abierta.
Por mi suerte tras cruzar varias manzanas me encontré con la luz cálida y el interior concurrido de la pequeña taberna de M'er Far, se oían voces discutir desordenadamente. Atisbé desde la distancia un gran alboroto y a un montón de gente reunida.
Entré, las campanillas de la entrada anunciaron mi llegada y toda la muchedumbre clavó su mirar en mí, aunque esta vez la discusión volvió a pronunciarse antes de lo previsto con la intervención de un hombre. No guardaron mucho tiempo de silencio.
- Sin duda han tenido que ser esos canallas.
Dijo un hombre corpulento de avanzada edad alzando su jarra de cerveza.
- ¿Cómo se han atrevido? Anoche ya me pareció oír mucho alboroto.
espetó una mujer.
- Si, si -intervino con énfasis otra- Si incluso mi marido y yo oímos el aullido de un lobo.
Po lo que oía Anne tenía razón, estaban discutiendo el tema del intento de robo de anoche que presencié junto a ella.
- ¿Os referís al intento de robo de los Growning? No se preocupen que un lobo los ahuyentó y no hurtaron nada.
Fui capaz de añadir.
Buena parte de la muchedumbre me escudriñó desconcertada, algunos incluso arquearon las cejas.
- ¿Qué diablos dices niña? -bramó un anciano desde la otra punta - Nadie está hablando de un hurto por nuestra desgracia ¡Estamos hablando de un asesinato!
Aquella nueva si que me era desconocida.
- ¿Qué? ¡Que diantres! ¿Quién ha muerto?
Exclamé sofocada.
- La anciana y veterana en M'er Far Dorothy Mightel, por la cual todos sentíamos un gran decoro.
Y todos asintieron solemnemente con la cabeza.
- Sin duda fueron esos malhechores de los Growning.
se oyó una voz femenina de fondo.
- Jamás habían llegado tan lejos ¡Hay que atraparles de una vez!
Y en toda la taberna se oyó un Sí al unísono.
 Estaban reclamando su tributo de sangre.